Salida de Mos Shirare

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Miskraum
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Registrado: 20 Ene 2021, 21:10

Salida de Mos Shirare

Mensaje por Miskraum »

punto de vista: Albiashur
Este relato, cuenta con el permiso expreso de Benris para ser nombrado. El granjero al que se menciona, es un personaje totalmente inventado.

Salida de Mos Shirare


(…)

Y, tras grandes discusiones con la poca familia que nos quedaba, Benris y yo tomamos la decisión de abandonar nuestra ciudad, si fuera posible para siempre.
--Supongo, señor, que esta historia debería contarla por el principio, ¿no? Pues si me invita a otra jarra de cerveza, lo haré gustoso.
Así le hablaba yo, a un Granjero, que me trajo a la ciudad de Tar Valon tras salvarme la vida después de un ataque que sufrimos mi hermano y yo y que nos dejaron en la más grande de las miserias, y además, se llevaron a mi hermano, o eso creía yo.
El granero asintió gustoso, pues tras el largo viaje, una buena historia y una jarra de cerveza, no nos vendría mal a ninguno de los dos.
--Bien, chico -me dijo sonriendo- sígueme, conozco una buena posada, donde podremos disfrutar de una buena cerveza y de tu historia.
Y así fue como conocí el primer edificio de la ciudad que cambiaría mi vida para siempre.


Sala principal de la Posada La Mujer de Tanchico.
Te encuentras en la posada La Mujer de Tanchico, ves un letrero
que representa a una mujer con trenzas que lleva en la mano algo
parecido a una rama de olivo. La sala esta intensamente iluminada
Unas cuantas camareras con delantales blancos van de un lado a otro
con jarras de vino o cerveza. Escuchas un quedo murmullo de gente
conversando, los clientes ofrecen apariencia de oficiales de barco
y mercaderes de segunda categoría. En ambos extremos de la habitación
hay chimenea.
Mi acompañante y yo, encontramos una mesa solitaria cerca de una de las chimeneas, y tras hacerle una señal a una de las camareras, allí nos acomodamos con sendas jarras de cerveza.
Una vez frente a mi, me miró inquisitivamente, en demanda de aquella historia prometida.

--pues bien, -inicié…
Cuando yo nací, mi hermano Benris contaría ya unos… dos o tres años, y aunque en las tierras fronterizas el mayor pensamiento de casi todo hombre es combatir los peligros procedentes de la gran llaga, nosotros crecimos felices, dado que mi familia era de una clase más o menos acomodada.
Mi padre y mis tíos, se encargaron desde muy pequeños, de que todos los niños conociéramos todos los secretos de la espada, si queríamos sobrevivir a los trollocs, fados, y otros muchos engendros que nos deparaba la frontera con la llaga.
Mi ejemplo siempre fue Benris, pues, si bien no llegaba a ser un tipo malencarado, más bien todo lo contrario, la gente se reía de él (siempre a su espalda) porque pasaba la mayor parte del tiempo casi en soledad, entrenándose casi día y noche. Siempre llevó la disciplina muy a rajatabla.
En cambio yo, sin llegar a ser un aunténtico zopenco, sí vivía un poco más despreocupado que mi hermano. Siempre me gustó más una charla, una buena conversación, una buena historia de aventuras.
Conmigo Benris tuvo mucha paciencia, pues tras quedarnos huérfanos de padre y madre a los doce años, sólo nos teníamos nosotros mismos, nos dimos cuenta de que mis tíos, sólo querían medrar al socaire de mis padres. Sí, tenían mucho conocimiento militar, pero, más bien no estaban interesados en ganarse la vida honradamente.
Tras algún tiempo, Benris descubrió que nos estaban vaicando las arcas familiares, y tomamos la decisión de enfrentarnos a ellos, pero, como quiera que éramos dos “niñatos” y la autoridad competente nos ignoraba, hicimos una incursión nocturna en casa de uno de nuestros tíos, y pudimos hacernos con buena parte de los ahorros de toda la vida de nuestros padres.
-el granjero me miró sorprendido yme dijo muy serio que eso no era digno de gente de las afamadas tierras de shienar.
--No, señor -le contesté casi echando fuego con la mirada- pero, ¿cómo lo haríais vos de verse sólo, sin nadie que le proteja y viendo que le están dejando sin absolutamente nada, con doce o trece años?
--Tranquilízate, joven -me dijo posando una mano en mi hombro- no he dicho que no hicieras lo que creías correcto, sino, que tal y como se tiene en conocimiento, en las tierras fronterizas no se actúa de esa forma. Sigue pues.
--Bien. Una vez nos hubimos hecho con provisiones, salimos de la ciudad, en cuanto vimos las puertas abiertas. Los guardias nos conocían, y conocían nuestra situación, y si bien no nos había ayudado nadie, tampoco nos acusaron de haber robado y denunciado por ello.
Estos últimos tres años, señor, nos los hemos pasado entre pajares, siendo aprendices de guardianes de mercader…, en fin, todo aquello que nos permitiera un sustento, y el poder seguir practicando el uso de las armas.
No nos ha sido fácil, la verdad, nuestras provisiones fueron disminuyendo, nuestros ahorros se fueron gastando, y muy probablemente, alguno de los que supuestamente nos ayudaba nos saqueó, pero ya ve, aquí hemos llegado a la ciudad en la que si la luz lo quiere, nos cambiará la vida por completo.

En cuanto dije esto, mi semblante de entristeció involuntariamente, puesto que llevaba más de dos meses sin saber de m8i hermano, pues en una aldea un poco dejada de la mano de la luz, nos asaltaron, y aunque nos defendimos, eran como quince rufianes para nosotros dos solos. Tras darnos una paliza casi mortal, nos metieron en sacos, y ahí perdí la conciencia.
---Cuando desperté, os vi a vos y a vuestra señora, bendita sea por la luz.
--Svive la luz, que es una gran historia, hijo, y si no fuera porque llevas dos meses conmigo, no Odría creerte. Pero, hay algo que aún no me has contado: ¿por qué guardianes?
Sonreí aliviado.
--En cierta ocasión, en una posada, tras uno de nuestros entrenamientos vespertinos, fuimos a tomar una jarra para bajar el cansancio. Allí, encontramos a un hombre, muy bien vestido, con una espada de una manufactura estupenda. Nos hico sentarnos con él, y nos invitó a un trago. Fue cuando nos dijo que llevaba un tiempo obsevándonos, y que nuestra destreza, no debería ser desaprovechada, que era un guardián, y que fuéramos la torre blanca recomendados por él, que nos admitirían como cachorros, y quién sabe si en algún momento serviríamos a alguna aes sedai…
Y ya ve, yo, mañana tengo una cita para una prueba de entrada, pero de mi hermano sigo sin saber nada. Si me admiten, y mientras el entrenamiento me lo permita, intentaré seguir buscando pesquisas para encontrarle.
Si vos sabéis algo, no dudéis por la luz, en poneros en contacto conmigo.
El granjero asintió, y tras un bostezo, se levantó, me estrechó la mano, y dándome sus buenos deseos, pagó la cuenta y salió de la posada…


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