Capítulo 1: El despertar
La luz del sol entra a raudales por mi ventana. Molesta. Me lastima los ojos que en vano intento cerrar. Mi mente vaga entre espadas, cargas de caballería, órdenes gritadas a la desesperada. Mis compañeros cayendo, capas negras, cabezas con formas grotescas abalanzándose sobre los pocos que quedábamos mientras tratábamos de mantener la formación, sin éxito.
Caigo del caballo. Me levanto veloz y comienzo a girar sobre mí misma en un torbellino desesperado. Corto una, dos, tres cabezas. Caigo, me rodean, la oscuridad se adueña del campo de batalla y un fuerte viento se levanta arrasando todo a su paso. De pronto no había nada, ni mis compañeros, ni sus caballos, ni esos inmundos engendros, ni yo misma, que me fui desvaneciendo hasta perder la conciencia.
Estoy ardiendo, mis músculos se niegan a moverse, cada centímetro del cuerpo duele. Es un dolor oscuro, desolador. Alguien se acerca a mi cama. Estoy cubierta por suaves mantas y hay un olor como a naturaleza, a verdor y a vida.
-¡Hola! -me dice una voz cantarina mientras corre las pesadas cortinas-. ¡Ya estás despierta!
La joven ogier se muestra realmente sorprendida y alegre de verme recuperada.
Intento moverme y ella me sujeta con firmeza, tranquilizándome.
Luego de curar mis heridas y darme de beber vuelvo a caer en un profundo sueño.
Así pasaron semanas. Iba recuperando mis movimientos y curándome poco a poco con la ayuda de Lysara y su grupo, quienes me hallaron casi muerta mientras iban de regreso al stedding Shangtai, donde estamos ahora.
Los ogier son un pueblo muy pacífico, dedicados por entero a la naturaleza y la belleza de las cosas. Desde mi ventana, al amanecer se oyen sus graves y armoniosas voces cantando a sus hermanos, los árboles.
Siento mucha paz en este lugar. A medida que pasan los días me noto más fuerte e inquieta, a su vez me invade cierta nostalgia, se acerca la hora de mi partida.
Pienso mucho en lo que ocurrió con mi centuria. Era una misión importante. Cierto día, el jefe de espías y el Capitán General tuvieron una reunión. La cosa fue que nos mandaron a acabar con un campamento en el cual había una amiga siniestra muy poderosa y allá fuimos. siempre cumpliendo órdenes con nuestras níveas capas e inmaculadas armaduras. orgullosos como nadie de pertenecer a los Hijos y ser tenidos en cuenta para algo tan sublime.
Llegamos a las inmediaciones del campamento y vimos con horror como cientos de engendros y hasta un par de fados nos esperaban. ¿Conclusión? Era una vil trampa del oscuro y sus seguidores.
Y ese fue el final. Mis hermanos, mis compañeros de armas por quienes hubiera dado la vida han muerto.
Y luego está lo otro... lo que me niego a pensar: ese viento que arrasó con todo, ese viento que dispersó todo a mi alrededor... Yo sentí algo. Sentí que el viento me protegía, sentí cada partícula moviéndose a mi entera voluntad. Actualmente no lo puedo explicar. Me da mucho miedo, es algo que no puedo combatir con mi espada y jamás me había ocurrido.
Finalmente hoy es el día de mi partida. Debo regresar a Amador y reportarme ante el Capitán General. Debo contarle lo ocurrido y advertirle que todo era una trampa, que el Oscuro ha logrado meter sus sucias narices en nuestra amada fortaleza y hemos sido engañados, Enviados a la muerte.
Hace un día despejado y la temperatura es agradable cuando nos ponemos en marcha. Viajo acompañada de un grupo de ogier que se dirigen al stedding Tsofu para valla a saber uno, las cosas que hacen los ogier.
Atravesamos el bosque sin incidentes. Son muy amables conmigo, aunque sospecho que nunca podré agradecerles lo suficiente su hospitalidad y paciencia.
(RELATO) Historia de Naiza: remort
(RELATO) Historia de Naiza: Capítulo 2: La partida del stedding
El aire frío de la mañana me roza el rostro mientras me quedo un momento, quieta, frente al stedding Shangtai. El sol aún no ha salido, pero el cielo ya empieza a pintar los árboles con tonos de gris y azul. Respiro profundamente, dejando que el aroma a tierra húmeda y árboles antiguos llene mis pulmones, quizás por última vez. Sé que no volveré aquí, no después de lo que ha pasado. Mis pies se sienten pesados, pero Yared, siempre fiel, espera pacientemente a mi lado. Está ya ensillado, sus crines ondeando suavemente con el viento.
Los Ogier caminan junto a mí, sus figuras imponentes pero tranquilas se mueven entre los árboles con una gracia que nunca he visto en criaturas tan grandes. Sus voces profundas resuenan en el aire mientras entonan sus canciones para los árboles. Aunque no entiendo sus palabras, hay algo en sus cantos que calma mi espíritu, al menos por un momento. Lysara, la joven Ogier que ha estado cuidándome, se acerca para ajustar una de mis alforjas.
-Recuerda, Naiza, -me dice con una sonrisa-, si alguna vez necesitas un lugar de paz, siempre serás bienvenida aquí.
Su sonrisa es sincera, pero solo me hace sentir más fuera de lugar. Agradezco su bondad con una inclinación de cabeza, pero no tengo palabras. No puedo decirle que la paz que he encontrado aquí es temporal, que en mi interior hay una tormenta que ningún canto de los Ogier puede apaciguar.
Monto en Yared y comenzamos a caminar, dejando atrás el stedding. El viento me rodea, acariciándome el rostro de una forma extraña. Desde aquel día en la batalla, no puedo dejar de sentir que el viento me sigue. Intento no pensar en ello, pero cada vez es más difícil ignorar lo que ocurrió. "No soy una amiga siniestra", me repito una y otra vez, pero el miedo sigue ahí, latente.
El camino serpentea entre los árboles altos y las colinas cubiertas de hierba. Los Ogier avanzan con calma, como si el tiempo no tuviera importancia para ellos. Mi urgencia, en cambio, crece con cada paso. Me siento atrapada entre la necesidad de continuar y el deseo de detenerme, de volver a la paz del stedding. Pero sé que eso no es posible. Mi destino está en Amador, y no puedo permitirme dudar ahora.
Mis pensamientos vuelven a la batalla, a ese momento en el que todo cambió. Recuerdo el frío metal de mi espada en mis manos, el grito de mis compañeros mientras caían uno por uno. Y luego, el viento. Ese viento imposible, arrasando todo a su paso, pero dejándome a salvo. Nunca había sentido algo tan poderoso, algo tan fuera de mi control. Y esa es la parte que más miedo me da: no tengo control sobre lo que ocurrió, ni sobre lo que podría ocurrir si vuelve a pasar.
Intento concentrarme en el paisaje que me rodea, pero no encuentro consuelo en los verdes valles ni en los pequeños ríos que cruzamos. Los Ogier, por su parte, siguen caminando con sosiego, ajenos a mi tormento. A veces me pregunto si saben algo más de lo que me han dicho. Lysara, en particular, parece mirarme con una comprensión que no logro descifrar. ¿Saben lo que pasó? ¿Intuyen lo que llevo dentro?
El stedding Tsofu está a días de distancia, y aunque el viaje ha sido tranquilo hasta ahora, siento que el peso de lo que me espera en Amador se hace cada vez más insoportable. Me esfuerzo por mantener la calma, por no pensar en lo que ocurrirá cuando llegue allí. Los Hijos de la Luz jamás entenderían lo que me ha sucedido. Ellos creen que cualquiera que pueda encauzar es una amenaza, un amigo siniestro. Pero yo no soy eso. Lo sé en lo más profundo de mi ser.
El viento vuelve a levantarse, más fuerte esta vez, y no puedo evitar cerrar los ojos por un momento. Las voces de los Ogier se desvanecen en la distancia mientras mis pensamientos vuelven a aquel campo de batalla. La espada en mis manos, los gritos a mi alrededor, y luego el silencio. Un silencio aterrador, roto solo por el rugido del viento. Y ahora, mientras el viento me rodea de nuevo, no puedo evitar preguntarme si aquello fue solo el principio.
Abro los ojos, y el mundo sigue igual. Los Ogier caminan a mi lado, Yared avanza tranquilamente, y el bosque se extiende ante nosotros. Pero dentro de mí, algo ha cambiado. Siento una urgencia que no puedo explicar, una necesidad de entender lo que está ocurriendo, de encontrar respuestas antes de que sea demasiado tarde. Pero, ¿a quién puedo recurrir? ¿A quién puedo confiarle lo que he visto, lo que he sentido?
Lysara me mira de reojo, y por un momento pienso en hablar con ella. Pero no. Los Ogier no entenderían. Este no es su mundo. Sus vidas están dedicadas a la paz, a la belleza de la naturaleza. No conocen la guerra, ni el poder oscuro que acecha en cada sombra. No puedo cargarles con mi tormento. Esta lucha es solo mía.
El camino se alarga ante nosotros, y el stedding Tsofu se acerca lentamente. Cada paso que doy me acerca más a una verdad que no quiero aceptar. Pero sé que no puedo huir de ella para siempre. Algo está despertando dentro de mí, y, tarde o temprano, tendré que enfrentarme a ello.
Los Ogier caminan junto a mí, sus figuras imponentes pero tranquilas se mueven entre los árboles con una gracia que nunca he visto en criaturas tan grandes. Sus voces profundas resuenan en el aire mientras entonan sus canciones para los árboles. Aunque no entiendo sus palabras, hay algo en sus cantos que calma mi espíritu, al menos por un momento. Lysara, la joven Ogier que ha estado cuidándome, se acerca para ajustar una de mis alforjas.
-Recuerda, Naiza, -me dice con una sonrisa-, si alguna vez necesitas un lugar de paz, siempre serás bienvenida aquí.
Su sonrisa es sincera, pero solo me hace sentir más fuera de lugar. Agradezco su bondad con una inclinación de cabeza, pero no tengo palabras. No puedo decirle que la paz que he encontrado aquí es temporal, que en mi interior hay una tormenta que ningún canto de los Ogier puede apaciguar.
Monto en Yared y comenzamos a caminar, dejando atrás el stedding. El viento me rodea, acariciándome el rostro de una forma extraña. Desde aquel día en la batalla, no puedo dejar de sentir que el viento me sigue. Intento no pensar en ello, pero cada vez es más difícil ignorar lo que ocurrió. "No soy una amiga siniestra", me repito una y otra vez, pero el miedo sigue ahí, latente.
El camino serpentea entre los árboles altos y las colinas cubiertas de hierba. Los Ogier avanzan con calma, como si el tiempo no tuviera importancia para ellos. Mi urgencia, en cambio, crece con cada paso. Me siento atrapada entre la necesidad de continuar y el deseo de detenerme, de volver a la paz del stedding. Pero sé que eso no es posible. Mi destino está en Amador, y no puedo permitirme dudar ahora.
Mis pensamientos vuelven a la batalla, a ese momento en el que todo cambió. Recuerdo el frío metal de mi espada en mis manos, el grito de mis compañeros mientras caían uno por uno. Y luego, el viento. Ese viento imposible, arrasando todo a su paso, pero dejándome a salvo. Nunca había sentido algo tan poderoso, algo tan fuera de mi control. Y esa es la parte que más miedo me da: no tengo control sobre lo que ocurrió, ni sobre lo que podría ocurrir si vuelve a pasar.
Intento concentrarme en el paisaje que me rodea, pero no encuentro consuelo en los verdes valles ni en los pequeños ríos que cruzamos. Los Ogier, por su parte, siguen caminando con sosiego, ajenos a mi tormento. A veces me pregunto si saben algo más de lo que me han dicho. Lysara, en particular, parece mirarme con una comprensión que no logro descifrar. ¿Saben lo que pasó? ¿Intuyen lo que llevo dentro?
El stedding Tsofu está a días de distancia, y aunque el viaje ha sido tranquilo hasta ahora, siento que el peso de lo que me espera en Amador se hace cada vez más insoportable. Me esfuerzo por mantener la calma, por no pensar en lo que ocurrirá cuando llegue allí. Los Hijos de la Luz jamás entenderían lo que me ha sucedido. Ellos creen que cualquiera que pueda encauzar es una amenaza, un amigo siniestro. Pero yo no soy eso. Lo sé en lo más profundo de mi ser.
El viento vuelve a levantarse, más fuerte esta vez, y no puedo evitar cerrar los ojos por un momento. Las voces de los Ogier se desvanecen en la distancia mientras mis pensamientos vuelven a aquel campo de batalla. La espada en mis manos, los gritos a mi alrededor, y luego el silencio. Un silencio aterrador, roto solo por el rugido del viento. Y ahora, mientras el viento me rodea de nuevo, no puedo evitar preguntarme si aquello fue solo el principio.
Abro los ojos, y el mundo sigue igual. Los Ogier caminan a mi lado, Yared avanza tranquilamente, y el bosque se extiende ante nosotros. Pero dentro de mí, algo ha cambiado. Siento una urgencia que no puedo explicar, una necesidad de entender lo que está ocurriendo, de encontrar respuestas antes de que sea demasiado tarde. Pero, ¿a quién puedo recurrir? ¿A quién puedo confiarle lo que he visto, lo que he sentido?
Lysara me mira de reojo, y por un momento pienso en hablar con ella. Pero no. Los Ogier no entenderían. Este no es su mundo. Sus vidas están dedicadas a la paz, a la belleza de la naturaleza. No conocen la guerra, ni el poder oscuro que acecha en cada sombra. No puedo cargarles con mi tormento. Esta lucha es solo mía.
El camino se alarga ante nosotros, y el stedding Tsofu se acerca lentamente. Cada paso que doy me acerca más a una verdad que no quiero aceptar. Pero sé que no puedo huir de ella para siempre. Algo está despertando dentro de mí, y, tarde o temprano, tendré que enfrentarme a ello.
(RELATO) Historia de Naiza: Capítulo 3: El viaje hacia Tsofu
El sol se asoma entre las hojas del bosque mientras avanzamos por el camino que nos llevará al stedding Tsofu. Viajar con los Ogier es una experiencia distinta a cualquier otra. Su presencia, tranquila y paciente, llena el aire de una calma que contrasta con la tensión que llevo dentro. Sus voces profundas resuenan cuando hablan entre ellos, una conversación tranquila que fluye como un río bajo. No hay necesidad de palabras vacías en su compañía. Cada paso que dan está cargado de siglos de sabiduría y experiencia.
El bosque que nos rodea parece un refugio en comparación con las tierras exteriores. Las sombras de los árboles cubren nuestro camino, y las ramas susurran suavemente con el viento. Los Ogier parecen en armonía con el paisaje, moviéndose con una fluidez que casi desafía su tamaño. Durante el día, avanzamos en un ritmo constante. No se apresuran, pero tampoco se detienen sin motivo. Hay algo en su andar que me recuerda la paciencia de la propia tierra, como si su objetivo no fuera llegar a un destino, sino disfrutar del viaje. Sin embargo, para mí, cada paso me acerca al stedding Tsofu, donde me separaré de ellos y seguiré mi propio camino hacia Altara. El silencio de los Ogier me permite pensar, pero esos pensamientos no siempre son reconfortantes.
Mi mente sigue volviendo al momento en que todo cambió. La batalla. El instante en que descubrí lo que había dentro de mí. Trato de apartar esos recuerdos, pero vuelven una y otra vez, como un río desbordado. El poder que sentí aún me asusta, y aunque no lo entiendo del todo, sé que lo que ocurrió fue real. Cada vez que me concentro en el bosque que nos rodea, me parece que la calma de los árboles es un recordatorio de lo que quiero encontrar dentro de mí misma: control.
El bosque de Haddon Mirk, por el que ahora viajamos, es un lugar denso y lleno de vida, pero también tiene una cualidad atemporal. Las raíces de los árboles se enredan en el suelo, creando caminos que solo los Ogier parecen conocer con precisión. A menudo, me encuentro siguiendo sus pasos, confiando en su conocimiento del terreno. No me hablan demasiado, pero su presencia es reconfortante.
A veces, uno de ellos me señala alguna planta o árbol, explicando su historia o utilidad. Aunque sus palabras son pocas, son siempre importantes. Me maravillo de cómo los Ogier ven la naturaleza, no como un simple paisaje, sino como un ser vivo, un todo conectado. Las plantas, las piedras, los árboles... para ellos, todo tiene un significado, una razón de ser. Mientras escucho, no puedo evitar sentirme un poco fuera de lugar en este mundo que ellos parecen comprender tan bien.
Pasamos la mayor parte del día cruzando el bosque. La luz del sol, filtrada por las copas de los árboles, crea sombras danzantes en el suelo, y el aire está fresco, lleno de los olores del musgo y la madera. Hay momentos en los que el silencio entre nosotros se hace tan profundo que parece que el bosque mismo respira, como si fuera una entidad viva que nos observa pasar. En esos momentos, me siento pequeña, una viajera en un mundo que es mucho más grande de lo que había imaginado.
Cuando el sol comienza a descender, los Ogier deciden que es momento de acampar. No hay prisa en sus movimientos, cada uno de ellos parece saber exactamente qué hacer. Mientras ellos preparan el campamento, yo me siento en un tronco cercano, mirando las sombras alargarse entre los árboles. El viento es suave, apenas un murmullo, y por un breve momento, siento algo que no había sentido en mucho tiempo: paz.
Es extraño cómo los Ogier pueden transmitir esa calma sin necesidad de palabras. Simplemente están en el mundo, como si siempre hubieran sido parte de él. Me pregunto si algún día podré sentirme tan conectada a algo. Por ahora, solo siento la distancia. Estoy en este viaje, pero mis pensamientos están en todas partes menos aquí.
Antes de que la oscuridad caiga por completo, compartimos una comida sencilla. Los Ogier no necesitan mucho para estar satisfechos, y su relación con la naturaleza me impresiona. Lo que toman de la tierra, lo hacen con respeto, y siempre dejan algo a cambio. Es una lección que, aunque no expresada en palabras, se queda grabada en mi mente.
A la mañana siguiente, continuamos nuestro camino hacia el stedding Tsofu. El bosque sigue igual de denso, pero a medida que nos acercamos, siento que algo cambia en el aire. Hay una especie de energía diferente aquí, como si el propio stedding nos llamara. Los Ogier lo notan también, aunque no lo mencionan. Solo sus movimientos se vuelven más atentos, más conscientes de su entorno. Este es su hogar, su refugio.
Finalmente, después de un largo día de viaje, llegamos al borde del stedding Tsofu. El bosque se abre, y la sensación de paz es instantánea, como si el propio suelo susurrara consuelo. Los Ogier parecen relajarse de inmediato, como si hubieran estado conteniendo la respiración durante todo el viaje. Para ellos, esto es más que un destino, es un regreso. Y para mí, es el final de esta etapa. Pronto me separaré de ellos y continuaré mi propio viaje, con todos los pensamientos y decisiones que aún debo enfrentar.
El bosque que nos rodea parece un refugio en comparación con las tierras exteriores. Las sombras de los árboles cubren nuestro camino, y las ramas susurran suavemente con el viento. Los Ogier parecen en armonía con el paisaje, moviéndose con una fluidez que casi desafía su tamaño. Durante el día, avanzamos en un ritmo constante. No se apresuran, pero tampoco se detienen sin motivo. Hay algo en su andar que me recuerda la paciencia de la propia tierra, como si su objetivo no fuera llegar a un destino, sino disfrutar del viaje. Sin embargo, para mí, cada paso me acerca al stedding Tsofu, donde me separaré de ellos y seguiré mi propio camino hacia Altara. El silencio de los Ogier me permite pensar, pero esos pensamientos no siempre son reconfortantes.
Mi mente sigue volviendo al momento en que todo cambió. La batalla. El instante en que descubrí lo que había dentro de mí. Trato de apartar esos recuerdos, pero vuelven una y otra vez, como un río desbordado. El poder que sentí aún me asusta, y aunque no lo entiendo del todo, sé que lo que ocurrió fue real. Cada vez que me concentro en el bosque que nos rodea, me parece que la calma de los árboles es un recordatorio de lo que quiero encontrar dentro de mí misma: control.
El bosque de Haddon Mirk, por el que ahora viajamos, es un lugar denso y lleno de vida, pero también tiene una cualidad atemporal. Las raíces de los árboles se enredan en el suelo, creando caminos que solo los Ogier parecen conocer con precisión. A menudo, me encuentro siguiendo sus pasos, confiando en su conocimiento del terreno. No me hablan demasiado, pero su presencia es reconfortante.
A veces, uno de ellos me señala alguna planta o árbol, explicando su historia o utilidad. Aunque sus palabras son pocas, son siempre importantes. Me maravillo de cómo los Ogier ven la naturaleza, no como un simple paisaje, sino como un ser vivo, un todo conectado. Las plantas, las piedras, los árboles... para ellos, todo tiene un significado, una razón de ser. Mientras escucho, no puedo evitar sentirme un poco fuera de lugar en este mundo que ellos parecen comprender tan bien.
Pasamos la mayor parte del día cruzando el bosque. La luz del sol, filtrada por las copas de los árboles, crea sombras danzantes en el suelo, y el aire está fresco, lleno de los olores del musgo y la madera. Hay momentos en los que el silencio entre nosotros se hace tan profundo que parece que el bosque mismo respira, como si fuera una entidad viva que nos observa pasar. En esos momentos, me siento pequeña, una viajera en un mundo que es mucho más grande de lo que había imaginado.
Cuando el sol comienza a descender, los Ogier deciden que es momento de acampar. No hay prisa en sus movimientos, cada uno de ellos parece saber exactamente qué hacer. Mientras ellos preparan el campamento, yo me siento en un tronco cercano, mirando las sombras alargarse entre los árboles. El viento es suave, apenas un murmullo, y por un breve momento, siento algo que no había sentido en mucho tiempo: paz.
Es extraño cómo los Ogier pueden transmitir esa calma sin necesidad de palabras. Simplemente están en el mundo, como si siempre hubieran sido parte de él. Me pregunto si algún día podré sentirme tan conectada a algo. Por ahora, solo siento la distancia. Estoy en este viaje, pero mis pensamientos están en todas partes menos aquí.
Antes de que la oscuridad caiga por completo, compartimos una comida sencilla. Los Ogier no necesitan mucho para estar satisfechos, y su relación con la naturaleza me impresiona. Lo que toman de la tierra, lo hacen con respeto, y siempre dejan algo a cambio. Es una lección que, aunque no expresada en palabras, se queda grabada en mi mente.
A la mañana siguiente, continuamos nuestro camino hacia el stedding Tsofu. El bosque sigue igual de denso, pero a medida que nos acercamos, siento que algo cambia en el aire. Hay una especie de energía diferente aquí, como si el propio stedding nos llamara. Los Ogier lo notan también, aunque no lo mencionan. Solo sus movimientos se vuelven más atentos, más conscientes de su entorno. Este es su hogar, su refugio.
Finalmente, después de un largo día de viaje, llegamos al borde del stedding Tsofu. El bosque se abre, y la sensación de paz es instantánea, como si el propio suelo susurrara consuelo. Los Ogier parecen relajarse de inmediato, como si hubieran estado conteniendo la respiración durante todo el viaje. Para ellos, esto es más que un destino, es un regreso. Y para mí, es el final de esta etapa. Pronto me separaré de ellos y continuaré mi propio viaje, con todos los pensamientos y decisiones que aún debo enfrentar.
(RELATO) Historia de Naiza: Capítulo 4: Sombras en el Camino
La brisa matutina me recibe al dejar atrás el stedding Tsofu, donde el aire parecía más pesado, casi tangible. El mundo exterior, en comparación, tiene un ritmo más acelerado, menos controlado. Yared camina con paso constante, sin prisa, pero seguro. El sol apenas asoma en el horizonte, arrojando luz sobre las colinas que se extienden ante mí. Mientras avanzo, siento cómo la calma del stedding se disipa lentamente, y la incertidumbre comienza a asentarse, tan firme como el camino bajo los cascos de Yared.
El Poder Único. Esa fuerza que surgió inesperadamente durante la batalla sigue siendo una sombra en mi mente. No lo busqué, no lo quise. Sin embargo, ahora forma parte de mí, y no sé cómo manejarlo. Siempre fui alguien que actuaba con decisión, basada en la disciplina y el control que aprendí tanto de mis padres como de los Hijos de la Luz. Pero ahora, esa certeza que me definía parece desvanecerse, desplazada por la presencia latente de algo mucho más grande que yo.
Las colinas que rodeaban el stedding dan paso a un paisaje más abierto, salpicado de árboles dispersos que apenas ofrecen sombra. El viento se siente frío, y a lo lejos, el murmullo del río Erinin acompaña nuestro avance. A pesar del silencio a mi alrededor, mi mente es un torbellino de preguntas. No puedo evitar pensar en lo que pasará cuando llegue a la Fortaleza de la Luz. ¿Qué verán los interrogadores cuando descubran lo que llevo dentro? Mi vida siempre ha sido una lucha por la verdad y la justicia, pero ahora me pregunto si esos ideales serán suficientes.
Nos detenemos junto a un arroyo para descansar. Yared bebe con calma, y yo me siento en una roca cercana, observando cómo el agua corre entre las piedras. El sonido del arroyo debería ser relajante, pero no puedo evitar que mi mente regrese una y otra vez a la misma pregunta. ¿Qué soy ahora? No es solo el Poder Único lo que me atormenta, sino lo que simboliza. Los Hijos de la Luz enseñaron que los encauzadores son una amenaza, seres peligrosos que deben ser controlados o destruidos. Y ahora, esa enseñanza se enfrenta directamente a mi realidad.
El sol asciende lentamente, y volvemos al camino. El siguiente destino es Maerone, una ciudad que he visitado antes, pero que ahora siento más distante, más ajena. El paisaje alrededor comienza a cambiar, con colinas que se suavizan y campos abiertos que se extienden hasta donde alcanza la vista. A medida que nos acercamos a la ciudad, noto el bullicio de los viajeros y mercaderes que van y vienen, pero no me detengo. He aprendido a encontrar paz en la soledad, y hoy, más que nunca, necesito esa distancia.
Acampo en las afueras de Maerone, lejos de las multitudes. El fuego crepita suavemente mientras la noche cae, y mis pensamientos siguen girando en torno a la misma incertidumbre. Siempre he creído en el control, en la claridad de la acción. Mi espada siempre fue una extensión de mi voluntad, un reflejo de la certeza con la que enfrentaba cada desafío. Pero ahora, ese control parece tambalearse. El Poder Único no es algo que pueda dominar tan fácilmente, y la posibilidad de que se desate de nuevo sin mi permiso me inquieta más de lo que quiero admitir.
El cielo se oscurece y las estrellas comienzan a brillar sobre mí, pero el sueño no llega. Mi mente sigue atrapada en la idea de lo que me espera en la Fortaleza de la Luz. ¿Podrán los interrogadores ver más allá de este poder? ¿Podrán entender que no soy una amenaza, que sigo siendo fiel a la Luz? No puedo evitar temer que, para ellos, todo se reducirá a lo que soy capaz de hacer, no a quién soy.
Al amanecer, desmonto el campamento y continúo hacia Aringill. La ruta es más suave, pero el camino hacia el puerto aún es largo. El viento acaricia mi rostro, pero no trae consigo la calma que esperaba. Yared avanza con energía renovada, pero cada paso me recuerda que el tiempo sigue corriendo, llevándome inexorablemente hacia una decisión que podría cambiarlo todo.
El río Erinin fluye junto al camino, y a medida que nos acercamos a Aringill, el murmullo del agua se hace más fuerte. La ciudad portuaria, siempre bulliciosa, parece llena de vida, pero me siento fuera de lugar entre la actividad frenética de los muelles y los barcos que van y vienen. Mi mente sigue en el viaje, en lo que vendrá después, cuando cruce ese último umbral hacia la verdad que temo enfrentar.
Cruzamos el Erinin en una pequeña barca, sintiendo el balanceo del agua bajo nuestros pies. El viaje está lejos de terminar, pero sé que el camino que queda no será más fácil. El trayecto hacia Caemlyn me dará tiempo para reflexionar, pero también para enfrentar lo que he estado evitando. El conflicto no es solo sobre el Poder Único, sino sobre quién soy realmente.
El paisaje se abre ante mí mientras avanzamos hacia Caemlyn. Las colinas se vuelven más suaves, y los campos parecen extenderse sin fin. A lo lejos, las murallas de la ciudad comienzan a asomar en el horizonte, pero no tengo intención de entrar en Caemlyn. No esta vez. Mi destino está más allá, y mi propósito no puede cumplirse aquí.
Monto mi campamento en las afueras de la ciudad, observando las luces de Caemlyn a lo lejos mientras la noche cae una vez más. El fuego frente a mí es la única fuente de luz en la oscuridad, pero mis pensamientos siguen siendo tan umbríos como las sombras que me rodean. Este viaje no es solo físico; es una lucha interna, un enfrentamiento con lo que llevo dentro y lo que significa.
La Luz sigue siendo mi guía, pero me pregunto si podré seguir ese camino con la misma certeza de antes. No sé lo que me espera más allá de Caemlyn, pero sé que mi destino, y mi verdad, se revelarán pronto.
El Poder Único. Esa fuerza que surgió inesperadamente durante la batalla sigue siendo una sombra en mi mente. No lo busqué, no lo quise. Sin embargo, ahora forma parte de mí, y no sé cómo manejarlo. Siempre fui alguien que actuaba con decisión, basada en la disciplina y el control que aprendí tanto de mis padres como de los Hijos de la Luz. Pero ahora, esa certeza que me definía parece desvanecerse, desplazada por la presencia latente de algo mucho más grande que yo.
Las colinas que rodeaban el stedding dan paso a un paisaje más abierto, salpicado de árboles dispersos que apenas ofrecen sombra. El viento se siente frío, y a lo lejos, el murmullo del río Erinin acompaña nuestro avance. A pesar del silencio a mi alrededor, mi mente es un torbellino de preguntas. No puedo evitar pensar en lo que pasará cuando llegue a la Fortaleza de la Luz. ¿Qué verán los interrogadores cuando descubran lo que llevo dentro? Mi vida siempre ha sido una lucha por la verdad y la justicia, pero ahora me pregunto si esos ideales serán suficientes.
Nos detenemos junto a un arroyo para descansar. Yared bebe con calma, y yo me siento en una roca cercana, observando cómo el agua corre entre las piedras. El sonido del arroyo debería ser relajante, pero no puedo evitar que mi mente regrese una y otra vez a la misma pregunta. ¿Qué soy ahora? No es solo el Poder Único lo que me atormenta, sino lo que simboliza. Los Hijos de la Luz enseñaron que los encauzadores son una amenaza, seres peligrosos que deben ser controlados o destruidos. Y ahora, esa enseñanza se enfrenta directamente a mi realidad.
El sol asciende lentamente, y volvemos al camino. El siguiente destino es Maerone, una ciudad que he visitado antes, pero que ahora siento más distante, más ajena. El paisaje alrededor comienza a cambiar, con colinas que se suavizan y campos abiertos que se extienden hasta donde alcanza la vista. A medida que nos acercamos a la ciudad, noto el bullicio de los viajeros y mercaderes que van y vienen, pero no me detengo. He aprendido a encontrar paz en la soledad, y hoy, más que nunca, necesito esa distancia.
Acampo en las afueras de Maerone, lejos de las multitudes. El fuego crepita suavemente mientras la noche cae, y mis pensamientos siguen girando en torno a la misma incertidumbre. Siempre he creído en el control, en la claridad de la acción. Mi espada siempre fue una extensión de mi voluntad, un reflejo de la certeza con la que enfrentaba cada desafío. Pero ahora, ese control parece tambalearse. El Poder Único no es algo que pueda dominar tan fácilmente, y la posibilidad de que se desate de nuevo sin mi permiso me inquieta más de lo que quiero admitir.
El cielo se oscurece y las estrellas comienzan a brillar sobre mí, pero el sueño no llega. Mi mente sigue atrapada en la idea de lo que me espera en la Fortaleza de la Luz. ¿Podrán los interrogadores ver más allá de este poder? ¿Podrán entender que no soy una amenaza, que sigo siendo fiel a la Luz? No puedo evitar temer que, para ellos, todo se reducirá a lo que soy capaz de hacer, no a quién soy.
Al amanecer, desmonto el campamento y continúo hacia Aringill. La ruta es más suave, pero el camino hacia el puerto aún es largo. El viento acaricia mi rostro, pero no trae consigo la calma que esperaba. Yared avanza con energía renovada, pero cada paso me recuerda que el tiempo sigue corriendo, llevándome inexorablemente hacia una decisión que podría cambiarlo todo.
El río Erinin fluye junto al camino, y a medida que nos acercamos a Aringill, el murmullo del agua se hace más fuerte. La ciudad portuaria, siempre bulliciosa, parece llena de vida, pero me siento fuera de lugar entre la actividad frenética de los muelles y los barcos que van y vienen. Mi mente sigue en el viaje, en lo que vendrá después, cuando cruce ese último umbral hacia la verdad que temo enfrentar.
Cruzamos el Erinin en una pequeña barca, sintiendo el balanceo del agua bajo nuestros pies. El viaje está lejos de terminar, pero sé que el camino que queda no será más fácil. El trayecto hacia Caemlyn me dará tiempo para reflexionar, pero también para enfrentar lo que he estado evitando. El conflicto no es solo sobre el Poder Único, sino sobre quién soy realmente.
El paisaje se abre ante mí mientras avanzamos hacia Caemlyn. Las colinas se vuelven más suaves, y los campos parecen extenderse sin fin. A lo lejos, las murallas de la ciudad comienzan a asomar en el horizonte, pero no tengo intención de entrar en Caemlyn. No esta vez. Mi destino está más allá, y mi propósito no puede cumplirse aquí.
Monto mi campamento en las afueras de la ciudad, observando las luces de Caemlyn a lo lejos mientras la noche cae una vez más. El fuego frente a mí es la única fuente de luz en la oscuridad, pero mis pensamientos siguen siendo tan umbríos como las sombras que me rodean. Este viaje no es solo físico; es una lucha interna, un enfrentamiento con lo que llevo dentro y lo que significa.
La Luz sigue siendo mi guía, pero me pregunto si podré seguir ese camino con la misma certeza de antes. No sé lo que me espera más allá de Caemlyn, pero sé que mi destino, y mi verdad, se revelarán pronto.