Comenzando dominio de las cuevas
Cuando ingresé a la cueva de Krajtrimuel la vi. decorada con calaveras,
En las paredes tiras de cuero con orejas, dedos y otros trofeos de antiguos contrincantes del anterior jefe de clan.
Al fondo de la cueva, un trono hecho de huesos, una mezcla de humanos, trollocs y otros animales.
Los fados por lo general no intervenían en las luchas o peleas dentro de las cuevas, amenos que éstas se salieran de control.
Me había extrañado ver a mi antiguo entrenador, aunque seguía siendo quien me ordenaba misiones, y demás encomiendas, por lo general jamás habían presenciado un combate entre un jefe de clan y su retador.
Ellos solo nos querían para expandir el miedo, llevar el terror a los humanos.
Pocos días después de haberme declarado jefe del clan, al matar a Krajtrimuel, tuve que defender mi posición con, otro engendro.
Creo que la tranquilidad al clan no llegó hasta que aniquilé a 5 contrincantes que querían derrotarme.
Aun así siendo jefe de clan debía ausentarme, las misiones que me ordenaba Daigo para que llevara en conjunto con ese humano llamado renji. Me llevaban a salir de de las cuevas a menudo.
Lo que llevaba a que a mi vuelta tuviera que reducir a pulpas sanguinolentas a quienes habían intentado aprovechar mi ausencia para hacerse con el control del clan.
En una de mis salidas, al volver no encontré a un contrincante en mi cueva, si no a el jefe de otro clan.
No se por que siquiera había intentado hacer esa estúpida acción, invadir la cueva de mi clan, mis dominios.
Pero esto claramente no quedaría así.
Reuní a los guerreros que todavía quedaban vivos, aunque heridos, y busqué a todos los miembros del clan, que habían escapado a la masacre que el jefe del clan Dabol había realizado.
Esto no quedaría así, les demostraríamos por que el clan Knomon era el más apreciado entre los fados y renegados.
Una vez estuvimos todos reunidos, los guié a nuestras propias cuevas, primero, deberíamos recuperar nuestros dominios.
Comenzando dominio de las cuevas II
Perspectiva esclava:
Había perdido la noción del tiempo.
No veíamos la luz del sol, hacía mínimo unas 4 lunas que estábamos aquí.
Algunas aún más.
Seguíamos encerradas en estas jaulas en las terroríficas cuevas, sabíamos que no nos mataban debido a que podíamos curarles y darles preparados con hierbas que lograrían hacerlos mas resistentes a venenos y algunas otras cosas.
Por lo general entre los fados y sus látigos, contando con la ayuda de amigos siniestros. A la mayoría nos habían logrado llevar a un estado en el que solo obedecíamos.
Cuando nos obligaban a encausar para curar algún trolloc, lo asíamos con mucho desgano.
Pero a quien presentase un mínimo intento de resistencia a obedecer, se la torturaba, si no es que se la llenaba de orcaria y era entregada a los trollocs.
No era más que la misma rutina, seguir encerradas aquí, ver pasar fados y trollocs, de un lado a otro, escuchar gruñidos y peleas.
Asía varios días se había escuchado un tumulto muy grande, por la poca información que teníamos, y debido algunos guerreros que habíamos tenido que curar...
El clan Dabol, se había hecho con el control de los dominios del clan Knomon.
Cada tanto siempre estallaba alguna riña dentro de las cuevas, y ese era nuestro pequeño momento de libertad, de poder salir de las jaulas y en el que se nos permitía encauzar.
Esta batalla sin embargo había sido grande, por lo que había logrado escuchar de alguno de los fados, casi habían aniquilado al clan Knomon en su totalidad.
Solo la tropa que se había marchado con el jefe del mismo a cumplir una misión y unos 30 guerreros había logrado salir.
Aunque mal heridos, lograron salir de las cuevas donde se llevaba acabo la contienda.
Días después, el aire cambió, la tensión en las cuevas se palpaba. Krhadgul y su tropa de guerreros del clan habían llegado a las cuevas, y no les gustaría la sorpresa.
Dominio de las cuevas III
Perspectiva Fado ejecutor.
Marchando a un paso lento pero seguro, Krhadgul y los guerreros que había llevado a cumplir una misión, regresaban a las cuevas.
El tronar de sus botas de metal resonaba por las paredes.
Asía pocos días, el clan Dabol había tomado esas cuevas, dominios de Krhadgul.
Se sabía que Krhadgul era implacable con quien intentaba usurpar lo que el había ganado al derrotar al anterior jefe Krhajtrimuel.
Como salido de la nada, un trolloc del clan, se lanzó a la carrera para llegar a la entrada de las cuevas y entre gruñidos comunicó al jefe de la situación.
El rugido de desafío que lanzó Krhadgul y luego los guerreros que le seguían, hizo temblar las paredes de roca, y desprender polvo y algunas pequeñas rocas.
Estos malditos engendros comenzarían devuelta a pelear. Por lo general jamás interveníamos en sus riñas, amenos que eso significara que se matarían todos entre ellos.
La tropa avanzó, de camino a sus antiguos dominios, a paso rápido, decidí seguirlos y ver que sucedía.
El clan Dabol lo esperaba, o lámenos sus guerreros.
Había guardias apostados en la entrada a las cuevas de Krhadgul.
El maldito engendro parecía sopesar la situación, observar que podía y que no podía hacer. Eran unos 70 guerreros, contando los 40 que Krhadgul se había llevado, y los únicos 30 que aunque algunos todavía heridos, habían logrado conservar la vida cuando Ghrumtriaj se había abatido sobre los que estaban en las cuevas.
Mi hermano me había avisado, Krhadgul era uno de los mejores que se habían entrenado para la tropa que nuestro señor nos había ordenado crear.
Sus guerreros querían lanzarse y sacudían las cornudas cabezas en preparación para el combate, pero aquel engendro los mantenía a ralla solo con el movimiento de sus manos.
Krhadgul abre sus brazos ordenando a sus guerreros se calmen.
Giró su cabeza, y con un pequeño gruñido bastó para que las armas se bajaran, y los gruñidos se redujeran a silencio, el silencio más absoluto jamás visto en una tropa trolloc.
Hasta ahora no sabíamos, no habíamos podido saber de que manera, este engendro los mantenía a raya, aunque pensándolo bien, la brutalidad con la que había despedazado a quienes habían intentado desafiarlo por el dominio de su clan, podría ser la manera en la cual podía dominarlos.
Volvió a girar su enorme corpachón para mirar la entrada de sus usurpadas cuevas. Bajó su cabeza de oso mirando a los guardias que allí se mantenían en pie como un escollo, calculo yo creyéndose insalvables, inexpugnables agigantados por la cantidad de guerreros que se encontraban más al fondo de las cuevas, también listos para entrar en acción.
Emitió un gruñido, que más que gruñido parecía una risa escalofriante y dio la espalda a las cuevas.
Krhadgul se gira y con un gesto ordena a sus guerreros dar media vuelta y retirarse.
No podía creerlo. ¿Este era el engendro del cual mi hermano me había hablado? ¿Aquel que no sesgaba y que se lanzaba al ataque sin miedo?
Pues para serlo muy cobarde había resultado...
(Horas más tarde)
Horas más tarde cuando me encontraba realizando mi patrulla por las cuevas, los volví a divisar.
Esta vez, ya caída la noche, estaban todos en una pequeña y apretada formación, escuchando a Krhadgul que en su idioma les daba indicaciones.
Me acerqué y fundiéndome en las sombras escuché que hablaban aquellos engendros.
Krhadgul gruñe por lo bajo 'todos se quitarán botas, griuñrñr'
Krhadgul gruñe 'Nadie tendrá botas puestas, atacaremos sigilosamente... gruñirñrñrrñrumn.
Krhadgul gruñe 'Solo el resto del equipo,, armas preparadas y en alto.'
Se giró dándoles la espalda, y comenzó a quitarse las botas metálicas.
Aquellos engendros cual si fueran autómatas, al el empezar a realizar esa acción, también se quitaron las botas y las dejaron en el mismo lugar donde se encontraban.
Krhadgul eleva su mano y con 3 dedos en alto comienza a bajarlos poco a poco.
Cuando todos los dedos estuvieron abajo, desenvainó su maza y comenzó a dirigirse a las cuevas.
A paso tranquilo y sin apenas emitir más que el susurro de los pies peludos de los guerreros emprendieron el camino.
Los seguí, entre las sombras, esto sería digno de verse. El maldito engendro había preparado una emboscada.
Ahora si podía creer las palabras de mi hermano fado, aquel que le había entrenado.
Se frenaron en uno de los recodos antes de aparecer frente a las cuevas.
Con otro movimiento de brazos les ordenó frenar, a la vez que el se adelantaba y observaba el terreno.
Apenas sacando su cabeza de oso por el recodo, vio que solo dos guardias que ni siquiera estaban atentos a su entorno, entre gruñidos se movían de delante atrás por frente a las puertas.
Como si siguieran un patrón de protección.
En 3 largas zancadas, con una maza en la mano derecha y un hacha en la izquierda, se abatió sobre los guardias tomándoles por sorpresa.
Antes de que los cuerpos por la inercia cayeran y emitieran el tañido cuando los petos de metal chocaran contra el suelo, sus guerreros emprendieron la carrera para salvar los pocos metros que los separaban de las puertas.
Krhadgul elevó su cabeza y ensanchando sus fosas nasales, desde el fondo de su ser, emitió un gutural gruñido y ordenó a los guerreros cargar.
Entraron en tromba, y se lanzaron sobre los desprevenidos engendros.
Mazazos aquí, cuchilladas allá, los 70 guerreros más krhadgul se abrían paso Asia el fondo de las cuevas, donde estaba el jefe del clan Dabol resguardado por unos 20 trollocs.
Locos por la sangre que corría esos guerreros se lanzaron a la refriega, y dejaron descuidado a su jefe.
Uno por uno los guerreros del clan Dabol sucumbían ante las armas de los disciplinados guerreros Knomon.
Atacaban de una forma brutal, asiéndoles saber a esos y los demás engendros que se habían acercado a las inmediaciones de las cuevas, que nadie tomaría el clan Knomon y saldría victorioso.
Tomando las cuevas IV
Perspectiva fado ejecutor:
Tiempo después, y cuando Krhadgul retomó sus dominios apunta de maza, lo único que quedó de los miembros del clan Dabol que invadían las cuevas fueron no más cantidad de trozos de carne y miembros desmembrados.
El maldito engendro había enviado un mensaje a los demás que merodeaban las cuevas al salir con la cabeza del jefe invasor, clavada en su lanza.
Ninguno de esos gusanos podría meterse con el clan Knomon. Nosotros no habíamos tenido que intervenir de ninguna manera, solo fuimos mudos testigos de los cambios que se gestaban en las cuevas.
Flash back
En mi mente solo recuerdo de cuando aquello sucedía.
No pasados menos de un cuarto de luna, Krhadgul arremetió contra el clan banseen, asiéndose con el control.
Aquello que le habían hecho, el lo asía y con creces, día tras día, casi sin descanso fue tomando el control de las cuevas.
Cantidades de engendros eran desmembrados, todos exterminados.
Llegamos a pensar que aquel engendro se había vuelto loco. Pero no.
Todo era parte de lo que el quería, antes de que todo comenzara, aquel humano que era aprendiz de Daigo, se encontró con el fuera de las cuevas.
Nadie sabe que le dijo, pero al parecer, fue uno de los impulsores a que emprendiera esta campaña de exterminio de guerreros contrarios.
Solo mataba a los guerreros que podrían plantarle cara, a el, o a sus combatientes.
Sin que siente de precedente me estremecí al pensar que más podría ser capas este engendro, con la motivación justa.
Poco a poco, paso a paso, se hizo con el control de todos los clanes,
Este condenado engendro tuvo la suerte, de concluir con su masacre antes de que interviniéramos...
No les cambió ninguna de sus maneras, ni sus emblemas. Pero todos sabían de ahora en más, quien era el señor de la horda.
Fin Flash back.
Unas cuantas lunas habían pasado ya desde ese recuerdo, y las cuevas seguían si se podría decir en una inquietante paz.
Continuaban las riñas entre los clanes, los combates entre ellos, y las hembras trayendo más engendros a las cuevas.
Pero todos sabían, así se sentía que por miedo, o por el motivo que fuese, Krhadgul dominaba.
De todos modos, dos de mis hermanos y yo, lo colgamos del potro de tortura, por si las dudas se le cruzasen intentar hacer lo mismo con nosotros.
SE le dejó bien en claro quienes en realidad dominaban las cuevas, que el podría ser el señor de esta horda de engendros, pero quienes mandaban a todos y cada uno de ellos, éramos nosotros.
Le dimos tal cantidad de latigazos, que si en algún momento nos había perdido el temor, lo había recuperado y con creces.
(Relato) Comenzando el dominio de las cuevas.
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