Los inicios de Zirgen.
Publicado: 09 Oct 2021, 05:25
Siempre he pensado lo bello y lo muy grato que es sentir ese balanceo que provoca el estar a bordo de una embarcación, y puesto que había ya terminado mis ocupaciones, me recosté en el suelo. El bote era muy pequeño, de esos que se suelen usar para ir de una a otra isla cercana, apenas y una vela y algunos huecos muy bien construidos y estructurados con suma estrategia para acarrear pocas cosas.
Sentía los rallos del sol, a la par de que me relajaba con el sonido de las gaviotas, cuando de pronto una gran ola zarandeó el pequeño bote, mojándome de pies a cabeza, por lo que me alerté de inmediato, sacándome este acto así de mis cavilaciones. Daenna, una navegante experimentada me miraba con sus ojos risueños y a la vez con una mueca de seriedad.
-Debéis ser cautelosa y estar siempre atenta en todo momento , sobre todo estando a bordo en una embarcación, y mucho más mientras estés a la mar. -Dijo la navegante, con voz muy seria.
A lo que sacudí mis rojos, lacios y largos cabellos, para darle más importancia al oleaje. Todo parecía seguir en calma, de manera que sin dejar de estar atenta, seguía escudriñando sutilmente mis alrededores. Dándome cuenta que apenas y quedaban 50 metros para arribar a la playa a la que llevábamos rumbo fijo.
Encallé la pequeña embarcación a la orilla, la até bien con uno de los postes sujetos en la playa y me quedé ahí cerca, esperando indicaciones de la navegante Daenna.
Con gestos grátiles y una elegancia propia, Daenna se me acercó, pidiéndome que llevase unos libros a la cabaña más cercana y que estaría esperándome en la embarcación. -No demores chiquilla Zirgen.- Me gritó cuando me alejaba.
Con una gran sonrisa, caminaba observándolo todo, las piedras, las palmeras, las hierbas y la cabaña a la cual me acercaba. De pronto la puerta se abrió y salió Deindra, una marina que siempre estaba inculcándome y fomentando conocimientos en mí.
-Bien, bien pequeña Zirgen, ven y tráeme esas hierbas que están a un lado del camino a tu paso. -A lo cual me detuve y me reprendí internamente, por no haber reparado en las hierbas medicinales que estaban a simple vista.
-Con voz grata respondí -Ya voy Deindra.- Recogí lo mejor posible las hierbas y me apresuré a llegar con una de mis maestras, si así se les puede llamar.
Entregué las hierbas y los libros, pero cuando estaba apunto de girarme para volver con Daenna, Deindra me entregó un pequeño fajo de hierbitas revueltas y un pequeño libro. -Quiero identifiques todas y cada una de estas hierbas y me traigas apuntado en ese libro todas sus propiedades y posibles usos la próxima vez que te vea Zirgen. -Asentí pensativa mente y me alejé agradeciendo y sonriendo. -Así será Deindra, así será.-
Siempre me gustó leer y aprender lo más posible de los libros, pero también aprovechaba toda enseñanza de las distintas mujeres del pueblo de los marinos. Y esta ocasión no sería desaprovechada. Pensaba para mis adentros y así llegué de nuevo con Daenna, desaté la embarcación y con movimientos ágiles, como se me había enseñado, subí a al pequeño bote. De vuelta a nuestra isla. Ahí continuaría con mi aprendizaje y separando las hierbas en mis tiempos libres, tal cual lo solicitó Deindra.
Sentía los rallos del sol, a la par de que me relajaba con el sonido de las gaviotas, cuando de pronto una gran ola zarandeó el pequeño bote, mojándome de pies a cabeza, por lo que me alerté de inmediato, sacándome este acto así de mis cavilaciones. Daenna, una navegante experimentada me miraba con sus ojos risueños y a la vez con una mueca de seriedad.
-Debéis ser cautelosa y estar siempre atenta en todo momento , sobre todo estando a bordo en una embarcación, y mucho más mientras estés a la mar. -Dijo la navegante, con voz muy seria.
A lo que sacudí mis rojos, lacios y largos cabellos, para darle más importancia al oleaje. Todo parecía seguir en calma, de manera que sin dejar de estar atenta, seguía escudriñando sutilmente mis alrededores. Dándome cuenta que apenas y quedaban 50 metros para arribar a la playa a la que llevábamos rumbo fijo.
Encallé la pequeña embarcación a la orilla, la até bien con uno de los postes sujetos en la playa y me quedé ahí cerca, esperando indicaciones de la navegante Daenna.
Con gestos grátiles y una elegancia propia, Daenna se me acercó, pidiéndome que llevase unos libros a la cabaña más cercana y que estaría esperándome en la embarcación. -No demores chiquilla Zirgen.- Me gritó cuando me alejaba.
Con una gran sonrisa, caminaba observándolo todo, las piedras, las palmeras, las hierbas y la cabaña a la cual me acercaba. De pronto la puerta se abrió y salió Deindra, una marina que siempre estaba inculcándome y fomentando conocimientos en mí.
-Bien, bien pequeña Zirgen, ven y tráeme esas hierbas que están a un lado del camino a tu paso. -A lo cual me detuve y me reprendí internamente, por no haber reparado en las hierbas medicinales que estaban a simple vista.
-Con voz grata respondí -Ya voy Deindra.- Recogí lo mejor posible las hierbas y me apresuré a llegar con una de mis maestras, si así se les puede llamar.
Entregué las hierbas y los libros, pero cuando estaba apunto de girarme para volver con Daenna, Deindra me entregó un pequeño fajo de hierbitas revueltas y un pequeño libro. -Quiero identifiques todas y cada una de estas hierbas y me traigas apuntado en ese libro todas sus propiedades y posibles usos la próxima vez que te vea Zirgen. -Asentí pensativa mente y me alejé agradeciendo y sonriendo. -Así será Deindra, así será.-
Siempre me gustó leer y aprender lo más posible de los libros, pero también aprovechaba toda enseñanza de las distintas mujeres del pueblo de los marinos. Y esta ocasión no sería desaprovechada. Pensaba para mis adentros y así llegué de nuevo con Daenna, desaté la embarcación y con movimientos ágiles, como se me había enseñado, subí a al pequeño bote. De vuelta a nuestra isla. Ahí continuaría con mi aprendizaje y separando las hierbas en mis tiempos libres, tal cual lo solicitó Deindra.