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Mi historia hasta el presente
Publicado: 26 Dic 2022, 17:05
por Vulkky
Yo no pedí nacer en las tierras fronterizas, mucho menos en una familia numerosa con cinco hermanos y un padre soldados. Yo no pedí nacer mujer en medio de semejante despliegue de hombría, espadas, cueros sudados, botas apestosas y trenzas con campanillas exclusivas de varones.
Tampoco pedí tener una de las pocas mujeres posaderas de Arafel con inteligencia de cucharón como madre, una mujer que vive y sueña con pucheros y con servir a viajeros, ofreciéndoles sus mejores guisos y su más amplia sonrisa.
Nunca hubiera querido nacer en la capital de Arafel, en una vivienda próxima a los bosques, aunque dentro de las murallas, no porque reniegue de mi origen, orgullosa estoy de ser fronteriza, sino porque no me dejaron ser lo que quería ser y tuve que serlo siempre a escondidas.
querían una fiel ayudante de mamá, querían que supiera remendar para tener siempre listos los uniformes de los hombres de la casa. Querían que supiera cocinar, que fuera amable con los clientes y que ocupase el puesto de mi madre cuando esta se sintiese demasiado achacosa para llevar el negocio adelante.
Jamás hubiesen querido una niña peleona, una chiquilla que no dejaba de trepar por los muebles, de meterse en líos en los establos y jugar con las armas de los mayores.
Pues fui yo la que no quiso nada de todo ello. Me gusta ser libre, vagar por la vida y sus alrededores, procurarme mi propio alimento. Me gusta hacerme trenzas con campanillas, llevar dos dagas, nadar en aguas frías, dormir al raso y viajar. Me gusta enfrentarme a mis propios miedos y ser amable, si procede, solo con quien yo desee serlo.
Se acerca la Última Batalla y quisiera luchar en ella. No soy ingenua ni ignorante. He oído hablar de ellos, he escuchado rumores y he sentido cosas. Ellos se han acercado a mí, lo sé, me siguen, de algún modo que aún no comprendo, se comunican conmigo. Desconozco muchas cosas, pero sé lo que estoy destinada a ser. Y lo afronto. A veces con verdadero pavor, otras con entereza. Nadie me ha ayudado hasta el momento, solo estos seres grandiosos y temibles a un tiempo a los que entiendo apenas. No importa. Aprenderé, sola, si es necesario. Y que la rueda gire según sus designios.
En los caminos
Publicado: 28 Dic 2022, 15:49
por Vulkky
Hace meses que partí de mi casa con lo puesto. Cuando inicias una aventura, siempre crees que será más fácil de lo que tus mayores han querido hacerte comprender y después, poco a poco, paso a paso en los caminos, eres tú quien comprende que no querían disuadirte sino que tenían razón. Yo no anuncié mi marcha, simplemente me fui, pero a los fronterizos, desde muy pequeños, nos explican cómo es la vida en realidad y también cómo es la muerte en realidad, pocas veces de manera natural.
Los caminos son eternos, las botas se rompen, los pies se llagan. No siempre se encuentra comida, si bien he aprendido ya a cazar, despellejar y cocinar el alimento que me sustenta, además de recoger de los bosques aquello que parece comestible. Bueno, ni siquiera esto último es sencillo, y así tuve mi primer encuentro con un lobezno. Hambrienta como estaba, me dispuse a comer unas bayas que colgaban apetecibles de un arbusto. Me agaché y las recogí. De pronto, una pequeña zarpa apareció de entre hojas y ramas y me arrancó la baya de los dedos, arañando de paso mi nariz y dejando en ella una herida que se ha convertido en cicatriz. Luego aparecieron un hocico y unos ojos que me miraban fijamente. Creí que era un perro, pero había algo en el animal que no encajaba con esa raza y, además, en mi mente bullían imágenes como borrones como ya había sucedido en ocasiones.
La cachorra, porque era una cachorra y hembra, tocaba la mano con la que yo seguía sujetando las bayas. Imaginé que tenía hambre y las quería para sí, pero las rechazó cuando se las ofrecí y volvió a darme un zarpazo. Entonces entendí que aquellos frutos eran venenosos y que el animal me había protegido con su acción.
Se dejó acariciar, retozó a mi lado, correteó dando saltitos sin alejarse y volvió a mí, jadeante y agotada. Me quedé unos días en aquel bosque esperando que su manada la reclamara, pero no ocurrió. Desde entonces me sigue a todas partes. Yo ya había presentido o intuido que estos animales de alguna forma trataban de comunicarse conmigo, que de algún modo me vigilaban y no precisamente para hacerme daño. Me sorprendió que la cachorra estuviera tan sola y se apegara tanto a mí. Ahora sé que es un animal frágil y supongo que, como pasa con los humanos débiles en las tierras fronterizas, la han relegado o rechazado porque no podrá sobrevivir.
Esa es la teoría de la naturaleza, sin embargo, yo me esforzaré por mantenerla viva. No sé cómo, pero soy consciente de que se llama Saltarina. Y hay más. Creo, sospecho, sueño, intuyo, que una loba adulta no pierde contacto con nosotras, o bien de cerca si estamos cerca, o bien a través de otros lobos. Juraría que es la madre de Saltarina. Posiblemente no quiera perderla del todo y la empuje a seguirme. Una loba cuyo nombre tiene algo que ver con la noche y las estrellas.
Sigo en los caminos, en los bosques. Sigo intentando conocer el mundo que me ha tocado vivir y sus circunstancias. El Oscuro está tocando la superficie y la última batalla se aproxima. Sé que hay más humanos como yo, pero no doy con ellos. Ignoro si se esconden, si son cobardes o si les da igual que la maldad corrompa lo mejor que existe: la bondad de la naturaleza y sus reglas justas, aunque crueles a menudo. Todo lo que esté en mi mano para preservarla, para que no muera enferma de putrefacción, lo haré. Lo juro por la Luz y por mi esperanza de salvación.
Iriel.
Saltarina
Publicado: 14 Ene 2023, 17:00
por Vulkky
Por mala fortuna, ahora ya sé hasta dónde llegan mis sentimientos con respecto a estos magníficos animales. Muy en el fondo, todavía me molesta un indefinido rechazo. Desconozco más de lo que quisiera y conozco más de lo que quisiera. Pero la vida o la suerte, o la mala suerte, siempre tienen algo que decir.
Y fue en un bosque cerca de Almoth donde me di de bruces con mi realidad. No sé ni explicar cómo ocurrió, pero de pronto alguien me atacó. Saltarina quiso interponerse y se llevó la peor parte de las consecuencias de tan inesperada refriega. Sufrió considerables heridas, y temí por ella como nunca temí por ninguno de mis aguerridos y arafelinos hermanos soldados. Algo se me desgarró por dentro pensando que la iba a perder para sienpre. Como pude, limpié y traté de restañar sus heridas. No soy una experta en esos menesteres, así que apliqué algunos emplastos que me habían aplicado a mí en algunas ocasiones en que mis andanzas infantiles daban conmigo en el suelo después de intentar escaladas imposibles o de peleas con muchachos.
Salvé su vida, aunque juraría que, estando yo dormida, alguien debió de acudir a echarnos una mano puesto que las heridas de mi pobre cachorra eran lo suficientemente graves como para haber muerto. Sigue conmigo, por la bondad de la Luz o la de quien fuera que nos ayudara. Comprendo ahora esos aullidos como lamentos que suelo escuchar de noche, esas imágenes terribles que asaltan mi mente dejando una huella de dolor y sufrimiento. Comprendo mejor de qué estoy hecha y sigo reforzando mi intención de luchar hasta el último aliento. Esas criaturas no me son ajenas, de alguna manera que aún no alcanzo a explicar del todo, forman parte de mi esencia.
Incluso... alguna vez, en el fragor de mi necesidad de sobrevivir, experimento el viento rozándome en una carrera imposible para piernas humanas, percibo un regusto a sangre en la boca, huelo el aire y descubro aromas que me hablan de supervivencia, veo imágenes que me transmiten emociones y mensajes. Y también, a menudo, camino por un mundo que no parece el de la tierra que pisan mis mocasines y por el que, torpemente, me muevo a gigantescas zancadas de un sitio a otro. Y sé que es peligroso y que siempre pierdo un poquito de mí misma cuando sucede.
Lobos
Publicado: 18 Ene 2023, 17:47
por Vulkky
Desde siempre, los lobos fueron animales a los que había que alejar, aun sabiendo que luchaban contra el Oscuro, porque, sobre todo en invierno, atacaban los rebaños, diezmando las cabezas de ovino y bovino que servían de alimento y abrigo. Incluso yo había salido a asustarlos cuando los hombres de la casa no estaban. Cuidar del ganado era una actividad a la que niñas y mujeres atendíamos, puesto que ellos se dedicaban a la protección y a la lucha contra la Llaga en constante avance. Ocurría que, bueno, en lugar de pastorear, ordeñar, esquilar, alimentar o limpiar establos y corrales, en lugar de desbrozar pastos, la rara de Iriel se alejaba del resto y a escondidas, con una destreza un tanto cuestionable, cazaba conejos para comer y ahuyentaba lobos con un arco. Nunca me gustó matar animales, pero era una cuestión de supervivencia.
Para mí, todos los lobos eran iguales, feroces, grandes, grises, con ojos que a simple vista parecían malignos. Temibles, animales a los que había que rehuir sin ningún género de dudas.
Cuán equivocada estaba, ya no solo por la naturaleza de algunas personas, que como yo, al menos eso supongo y deseo, somos extrañamente afines a esas criaturas. Los lobos, igual que el hombre, pueden ser de muy diferentes, no sé si razas, mi conocimiento no alcanza a saber tanto, pero sí de muy distintos tipos. Hay lobos feroces, lobos que parece que sigan la filosofía de la Hoja, esa a la que le procesan vocación los tuata’an, de tan tímidos y escurridizos, lobos negros, grises, marrones, lobos blancos como la nieve, incluso moteados, como vulgares perros de ciudad. Lobos que corren por los bosques, los campos, las llanuras, las montañas… Y prefiero no mencionar a esos otros que han sido tocados por la mano del Oscuro y de cuya maldad poco conozco.
Jamás imaginé que los habría en tantos lugares diferentes, al norte, al sur, al este y al oeste, pero ahora sé que todos (a excepción de esos a los que nunca podré llamar lobos sino aberraciones) comparten igual aversión por los engendros de la sombra, mucho más allá de haber sabido que luchaban contra ella, que los une una causa común y que están dispuestos a morir por ella, como lo estoy yo. Llevo meses recorriendo mundo a pie, en carreta, nadando por ríos y lagos, con el único propósito de descubrir esas manadas que habitan tantos sitios, intentando conocer sus costumbres y recursos, sus características, y me estremece comprobar que aumenta de forma inadecuada el número de sus muertes. Los veo heridos y destrozados y no sé interpretar quién lo hace y por qué, los veo hambrientos, desorientados, y un rudo y frío sufrimiento me invade. Cuando sin saber cómo, me encuentro de pronto en ese plano que de tan irreal se convierte en tangible de forma tan paradójica, presiento en mis entrañas que algo perverso se extiende amenazante para mis… hermanos… como empiezo a considerarlos. Y no sé qué es.
En una de mis andanzas, fui a parar a un campamento donde se rumoreaba que a su líder lo llamaban Ojos Dorados. Fue la primera vez que escuché hablar de una persona cuyo mote podía referirse a un semejante. Lo busqué, di con él en una tienda guardada por jóvenes soldados que me miraron con pícara sonrisa, pero su simpatía y amabilidad no sirvió de nada porque, en cuanto estuve dentro, una saldaenina estirada me echó con cajas destempladas alegando que su marido no tenía tiempo para atenderme. Solo vislumbré al hombre, no mucho mayor que mi hermano mayor y, en efecto, en su mirada refulgía el dorado que caracteriza mis propios ojos. Si existen más personas como yo y ni siquiera nos comunicamos ni nos unimos, si algunas tienen más noción que yo de qué es lo que nos ha hecho así y no lo transmiten, el camino promete ser mucho más arduo de lo que pensaba.