HISTORIA DE GALOR (ROLES Y RELATOS)
Publicado: 30 Nov 2022, 13:41
Aprender en el despacho las enseñanzas de su padre, cuidar a los caballos de los Mylien y aprender esgrima por la noche, si el cansancio se lo permitía era agotador. Pero Galor no quiso renunciar a ninguna de sus actividades.
Sabía que aprender esgrima no iba a servirle de nada, pero desde que de pequeño vio a su padre esgrimir un arma y dar una demostración para el entretenimiento de los nobles de Tar Valon no quiso perderse la oportunidad de saber manejar la espada.
La mayoría de personas a las que su padre entrenaba acababan siendo soldados al servicio de la torre, donde recibían antes de ello un entrenamiento superior o peleando por diversión. Pero él no haría ninguna de las dos cosas, su destino estaba fijado prácticamente desde que nació.
Con un rostro de fastidio, el chico regresó a la mansión Mylien. No debía decepcionarse, pero ciertamente estaba decepcionado. ¿De verdad se creían que iban a venderles esos caballos inútiles? Ciertamente la familia Mylien no era de la alta nobleza, pero aún así no eran tontos. Y Luz, el propio Galor no era noble, pero tampoco era un necio.
—Otra vez nos han intentado estafar. —Se quejó el chico, dejando la bolsa de oro con la que pretendían pagar los caballos si finalmente se decidían a comprarlos.— ¿Sabe? —añadió, sin poder ocultar el cabreo.— Odio que me tomen por un necio.
El señor Mylien sonrió, acostumbrado a que la gente quisiera venderle lo que no tenía. al fin de cuentas, los negocios eran negocios, y a veces salían bien y otras no tanto. La clave, como había repetido en varias ocasiones, era estar alertas.
—no te preocupes, chico. ya habrá otra ocasión.
Galor asintió, aún sin poder ocultar el cabreo.
El resto del día lo pasó poniéndose al día con sus obligaciones. Los caballos estaban bien cuidados y el papeleo que estaba aprendiendo a rellenar no le requirió mucho tiempo. Quizás, si tenía suerte, odría practicar un rato con la espada esa noche.
¿Dónde se habría metido Rhil? Siempre solía encontrársela dando saltos por ahí cuando volvía de sus salidas. Y no haberlo hecho en todo el día le resultaba extraño.
Así que decidió gastar el poco tiempo libre que le quedaba en buscarla por la mansión. pero por mucho que se esforzó, no la encontró por ningún sitio.
Finalmente volvió a casa con su padre. Y por suerte para él, pudieron sacar un rato para practicar esgrima.
Al día siguiente todo fue normal... salvo por un pequeño detalle. No consiguió verle el pelo a su mejor amiga por ningún lado.
y al día siguiente lo mismo.
Finalmente, al tercer día de no ver a la muchacha se cansó, si algo lo caracterizaba era su poca paciencia. Terminó con rapidez de atender a los caballos y se dispuso a buscar al señor Mylien, al que encontró en su despacho, hablando con su propio padre de no sabía qué negocio, tampoco es que le importara mucho.
—¿Le ha pasado algo a Rhilya? —Cuestionó tras entrar al despacho y cerrar la puerta tras él. Su padre le dedicó una mirada severa, mirada que el chico ignoró. Otras veces, cuando la chica había estado enferma o le había pasado cualquier cosa había sido informado incluso por los sirvientes, pero en aquella ocasión nadie le había dicho nada, y eso que se había esforzado en preguntar.
El señor Mylien lo miró durante unos segundos, segundos que al chico se le hicieron eternos.
—Pensé que tardarías menos en preguntar, muchacho. —Comentó, elevando la impaciencia del joven.— Rhilya no está aquí. Cuando te marchaste a negociar los nuevos caballos de monta...
el hombre hizo una pausa, aún sin poder creer el destino de la chica.
—Hijo, Rhilya está en la Torre blanca. parece ser que puede convertirse en una Aes Sedai. —Finalizó su padre, terminando la frase del señor Mylien.
Galor quedó en silencio, sabiendo que tardaría mucho en volver a verla, si es que volvía a hacerlo. ¿Quién lo diría? Su mejor amiga una Aes Sedai.
—Me habría gustado despedirme. —Murmuró, bajando la cabeza.— Me... Retiro, disculpad mi intromisión.
El joven se giró y se dirigió a la puerta, para ser detenido por una voz a sus espaldas.
—Espera un momento, muchacho. —Galor volvió a darse la vuelta y alzó la cabeza, mirando al señor Mylien sin poder ocultar la tristeza en los ojos.— sé que has estado practicando esgrima con tu padre.
el joven asintió. ¿y qué? la esgrima no iba a devolverle a su mejor amiga, la estúpida torre, a la que había fantaseado entrar de pequeño para participar en las grandes aventuras que podía ofrecer, se la había quitado. De todos modos, se forzó a responder.
—Así es, señor. No soy un experto, pero siempre quise aprender.
—Y no se te da nada mal, si hacemos caso a la opinión de tu padre. Te propongo un trato, a cambio de una promesa.
Galor esperó que el hombre continuara, con la curiosidad reflejándose en su mirada pese a su estado anímico.
—La torre Blanca siempre busca nuevos aspirantes. Si eres tan bueno como dice tu padre y pasas la prueba de entrada, buscaré otro sustituto para que se encargue de los caballos y el papeleo. A cambio... Quiero que me prometas algo.
El chico permaneció en silencio, negándose a que la esperanza floreciera en su pecho.
—¿Qué cosa, señor?
Su padre fue quien le respondió.
—que no fallarás. si lo haces, estarás limpiando cuadras mucho tiempo. Demasiado bueno está siendo el señor Mylien dándote la oportunidad.
—Y que mantendrás a salvo a Rhilya. —añadió el señor Mylien, mirándolo con seriedad, aunque Galor no terminó de entenderlo. ¿Qé peligros habría en la Torre para la muchacha?
—Haré mi mejor intento. —Aceptó el muchacho, aún sin asimilar bien la situación. El señor Mylien asintió con la cabeza.
—Márchate pués. —Dijo su padre—. Mañana demostrarás si realmente...
Sabía que aprender esgrima no iba a servirle de nada, pero desde que de pequeño vio a su padre esgrimir un arma y dar una demostración para el entretenimiento de los nobles de Tar Valon no quiso perderse la oportunidad de saber manejar la espada.
La mayoría de personas a las que su padre entrenaba acababan siendo soldados al servicio de la torre, donde recibían antes de ello un entrenamiento superior o peleando por diversión. Pero él no haría ninguna de las dos cosas, su destino estaba fijado prácticamente desde que nació.
Con un rostro de fastidio, el chico regresó a la mansión Mylien. No debía decepcionarse, pero ciertamente estaba decepcionado. ¿De verdad se creían que iban a venderles esos caballos inútiles? Ciertamente la familia Mylien no era de la alta nobleza, pero aún así no eran tontos. Y Luz, el propio Galor no era noble, pero tampoco era un necio.
—Otra vez nos han intentado estafar. —Se quejó el chico, dejando la bolsa de oro con la que pretendían pagar los caballos si finalmente se decidían a comprarlos.— ¿Sabe? —añadió, sin poder ocultar el cabreo.— Odio que me tomen por un necio.
El señor Mylien sonrió, acostumbrado a que la gente quisiera venderle lo que no tenía. al fin de cuentas, los negocios eran negocios, y a veces salían bien y otras no tanto. La clave, como había repetido en varias ocasiones, era estar alertas.
—no te preocupes, chico. ya habrá otra ocasión.
Galor asintió, aún sin poder ocultar el cabreo.
El resto del día lo pasó poniéndose al día con sus obligaciones. Los caballos estaban bien cuidados y el papeleo que estaba aprendiendo a rellenar no le requirió mucho tiempo. Quizás, si tenía suerte, odría practicar un rato con la espada esa noche.
¿Dónde se habría metido Rhil? Siempre solía encontrársela dando saltos por ahí cuando volvía de sus salidas. Y no haberlo hecho en todo el día le resultaba extraño.
Así que decidió gastar el poco tiempo libre que le quedaba en buscarla por la mansión. pero por mucho que se esforzó, no la encontró por ningún sitio.
Finalmente volvió a casa con su padre. Y por suerte para él, pudieron sacar un rato para practicar esgrima.
Al día siguiente todo fue normal... salvo por un pequeño detalle. No consiguió verle el pelo a su mejor amiga por ningún lado.
y al día siguiente lo mismo.
Finalmente, al tercer día de no ver a la muchacha se cansó, si algo lo caracterizaba era su poca paciencia. Terminó con rapidez de atender a los caballos y se dispuso a buscar al señor Mylien, al que encontró en su despacho, hablando con su propio padre de no sabía qué negocio, tampoco es que le importara mucho.
—¿Le ha pasado algo a Rhilya? —Cuestionó tras entrar al despacho y cerrar la puerta tras él. Su padre le dedicó una mirada severa, mirada que el chico ignoró. Otras veces, cuando la chica había estado enferma o le había pasado cualquier cosa había sido informado incluso por los sirvientes, pero en aquella ocasión nadie le había dicho nada, y eso que se había esforzado en preguntar.
El señor Mylien lo miró durante unos segundos, segundos que al chico se le hicieron eternos.
—Pensé que tardarías menos en preguntar, muchacho. —Comentó, elevando la impaciencia del joven.— Rhilya no está aquí. Cuando te marchaste a negociar los nuevos caballos de monta...
el hombre hizo una pausa, aún sin poder creer el destino de la chica.
—Hijo, Rhilya está en la Torre blanca. parece ser que puede convertirse en una Aes Sedai. —Finalizó su padre, terminando la frase del señor Mylien.
Galor quedó en silencio, sabiendo que tardaría mucho en volver a verla, si es que volvía a hacerlo. ¿Quién lo diría? Su mejor amiga una Aes Sedai.
—Me habría gustado despedirme. —Murmuró, bajando la cabeza.— Me... Retiro, disculpad mi intromisión.
El joven se giró y se dirigió a la puerta, para ser detenido por una voz a sus espaldas.
—Espera un momento, muchacho. —Galor volvió a darse la vuelta y alzó la cabeza, mirando al señor Mylien sin poder ocultar la tristeza en los ojos.— sé que has estado practicando esgrima con tu padre.
el joven asintió. ¿y qué? la esgrima no iba a devolverle a su mejor amiga, la estúpida torre, a la que había fantaseado entrar de pequeño para participar en las grandes aventuras que podía ofrecer, se la había quitado. De todos modos, se forzó a responder.
—Así es, señor. No soy un experto, pero siempre quise aprender.
—Y no se te da nada mal, si hacemos caso a la opinión de tu padre. Te propongo un trato, a cambio de una promesa.
Galor esperó que el hombre continuara, con la curiosidad reflejándose en su mirada pese a su estado anímico.
—La torre Blanca siempre busca nuevos aspirantes. Si eres tan bueno como dice tu padre y pasas la prueba de entrada, buscaré otro sustituto para que se encargue de los caballos y el papeleo. A cambio... Quiero que me prometas algo.
El chico permaneció en silencio, negándose a que la esperanza floreciera en su pecho.
—¿Qué cosa, señor?
Su padre fue quien le respondió.
—que no fallarás. si lo haces, estarás limpiando cuadras mucho tiempo. Demasiado bueno está siendo el señor Mylien dándote la oportunidad.
—Y que mantendrás a salvo a Rhilya. —añadió el señor Mylien, mirándolo con seriedad, aunque Galor no terminó de entenderlo. ¿Qé peligros habría en la Torre para la muchacha?
—Haré mi mejor intento. —Aceptó el muchacho, aún sin asimilar bien la situación. El señor Mylien asintió con la cabeza.
—Márchate pués. —Dijo su padre—. Mañana demostrarás si realmente...