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Pensamiento en el Corenne

Publicado: 16 Sep 2024, 19:58
por Asaphus
Con el paso del tiempo, mis recuerdos dan forma a lo que creo que sucedió, y sin embargo, seguro que será diferente para todos lo que vivieron esos momentos.

Realmente las funciones de mi cargo habían agotado todos mis recursos diplomáticos, en un Juego de las Casas donde en cada momento surgían más y más participantes. Había tocado fondo, y los ashamanes necesitaban un nuevo líder.
Él, seguro que lo notó, y lo más probable es que me encomendó esta misión imposible y sin final, para alejarme del devenir de la historia. Un destierro camuflado con buenas palabras y palmadas en la espalda.
Yo lo acepté… siempre asumí sus decisiones sin valorarlas… creo en él, y por lo tanto no lo cuestiono sino que seguí ciegamente su voluntad.

El reto fue enorme… infiltrarme en el Imperio Seanchan y ser uno de ellos sin revelar mi capacidad de encauzar.
Solamente con esa premisa, cualquier otro en mi situación habría dicho que no, pero a mí me atrajo intentar renunciar al contacto con el Saidin. A eso se sumaba la no menos difícil misión de ganarme la confianza dentro de una de las sociedades más complejas conocidas.

Desde la proa de este enorme barco del Imperio miro con reticencia, como nos aproximamos a la ciudad en la que nací, y veo el Sol ponerse tras las cumbres de la cordillera de Altara. Los últimos rayos incendian de rojo las nubes que flotan sobre sus cimas, dibujando la silueta de un halcón: augurio de gran poder y de signo favorable… malditas supersticiones las de este pueblo que cree en presagios.

Sonrío con mis pensamientos enfrentados: he alcanzado la misión que me impuso, pero regreso formando parte del Corenne y además con unos juramentos que me obligan en conciencia.
Cuando ponga el pie en el puerto de Ebou deberé marchar hacia el norte y reportar a quien debo lealtad?... o por el contrario mantengo mi palabra, y asumo mi lugar en esta sociedad que me ha tratado bien y en la que creo?

Sobre la cubierta todo es movimiento y nerviosismo por desembarcar. Me rodean fuerzas de combate de élite, pero también hay muchas familias de nobles, funcionarios, artesanos, agricultores, que con sus propiedades, enseres, aperos y animales sueñan con establecerse en un nuevo hogar. No hay mella ni duda en todos ellos, indudablemente se sienten orgullosos de ser seanchan.

No tengo prisa por desembarcar y espero que todo el pasaje descienda, mientras veo sus rostros, sus miradas, su nerviosismo, incluso adivino sus sueños.
Ya no queda casi nadie, y algunos de los conocidos que hice durante la travesía, me instan a gritos que acudamos a cualquier taberna de la ciudad para celebrarlo.
Sonrío y asiento levemente, pero son personas con las que nada me ata, sólo son compañeros ocasionales del viaje y que seguro no volveré a ver jamás.

El amanecer del día que avistamos la bahía de la ciudad de Dantora, se me ordenó que me presentara ante el capitán de guerra en el castillo de proa. Todos los oficiales allí reunidos mantenían una conversación señalando mapas de navegación que estaban desplegados sobre la mesa. El capitán Ferkanio me hizo una señal con la mano para que le siguiera por las escaleras hasta la toldilla donde estaba el timón, una vez allí señaló los barcos Atha'an Miere que estaban bloqueados sin escapatoria en el puerto y la ensenada... y me dijo:

-Maese Asaphus mira y dime que pensáis.

Las tropas de combate de nuestra flota ya estaban preparados para el combate, mientras las naves de los Navegantes desplegaban inútilmente las velas para embestirnos en un intento desesperado para escapar.

-Señor... siempre es un orgullo luchar junto a guerreros.

Sin dejar de mirar el escenario de lo que en breves momentos sería el lugar de la matanza, me contestó:

-No te quepa la menor duda... pero esas mujeres y hombres que hay en esos barcos sí que son auténticos guerreros, pero no saben que hoy han iniciado el camino de su último amanecer

Se giró hacia el grupo de mujeres con correa que estaban sumidas en un trance, mientras entre sus manos el aire reverberaba con un punto de luz intensa que producía dolor al mirarlo.

-El arte de la guerra siempre ha sido una danza entre la vida y la muerte... el brazo y la espada guiados por el corazón y la pericia. Pero esto que vamos a ver no tiene honor, tan solo es la mano del matarife que sacrifica animales estabulados.

De repente un agudo estallido cortó la frase del comandante, y el aire que nos rodeaba fue succionado por la deflagración que como una lanza de luz impactó en la flota anclada. Las naves ardieron inmediatamente como ascuas creando nubes de pavesas, y a pesar de la distancia se podían escuchar los gritos desesperados de los que sucumbían entre las llamas.
El comandante me miró fijamente a los ojos y me dijo:

-Odio que utilicen esa mierda... ese juguete de su Excelencia me hace sentir prescindible, viejo e inútil... Maese Asaphus creéis en algo?

Con esa frase y la pregunta final... sentí que este hombre sabía algo más de mí.

-Señor... os mentiría si os dijera que creo en la Emperatriz, que creo en la Sangre... pero al ver esto y muchas más cosas que he presenciado en mi vida... la verdad es que no tengo respuesta.

-Entonces mejor sigue mintiendo... Maese Asaphus si quieres seguir viviendo sigue mintiendo .

Un día después los muelles terminaron siendo operativos gracias a la pericia de los ingenieros, y a la mano de obra facilitada por aquellos desgraciados que pudieron sobrevivir. No me imagino el lacerante dolor que debieron experimentar cuando terminaron de destruir las naves que fueron su hogar y su sentido de la vida. Más tarde desaparecieron... al igual que sus embarcaciones.

La realidad del mundo seanchan es rigurosa, práctica y expeditiva... haces los juramentos y eres asimilado, o por el contrario te niegas y dejas de ser.

Una vez los barcos se amarraron en la dársena para reponer agua potable y alimentos, tuve que asistir a un proceso turbador.
Se me ordenó acudir al muelle para aportar mi opinión, en calidad de conocedor de la cultura Atha'an Miere.
Un grupo de mujeres iban a experimentar un cambio radical en sus vidas.
Tres de ellas permanecían rígidas, los ojos desorbitados, el cabello lacio y pegado por el sudor a su rostros, mientras pugnaban por arrancarse el collar de su garganta del que pendía una correa que sujetaba una sul´dam. Se habían convertido en un juguete mortífero, propiedad de la Emperatriz.
La cuarta, apenas se tenía en pie, aturdida y tambaleante debido a una herida abierta que manchaba de sangre su rostro.
Las que ya tenían el adam, era por que habían sido visto encauzando, y yo corroboré algo que ya era obvio, que por los pendientes, aros en la nariz y cadenas eran detectoras de vientos.
En ese momento ignoraba si las sul´dam tenían un protocolo para saber si una mujer encauzaba o no, pero la realidad es que me estaban preguntando si ésta última era detectora de vientos o no.
Para no romper mis juramentos y dado que no portaba pendientes y aros, me agarré a una verdad a medias.

-Esta mujer puede que sea un buena conocedora de los vientos y de las corrientes marinas, pero evidentemente no porta las joyas que llevan las otras tres.

Inmediatamente fue separa del grupo y llevada arrastras en dirección al pueblo amayar que encontraba más allá del puerto.
Omití que esa mujer era detectora y además encauzadora dado que los tatuajes que tenía así lo proclamaban, era muy probable que en el combate se le hubieran desprendido o ella misma se hubiera quitado las joyas.

Re: Pensamiento en el Corenne (un día antes de continuar la travesía)

Publicado: 03 Oct 2024, 22:29
por Asaphus
Abastecer las naves supuso dos días de arduo trabajo. Asaphus acompañó a las últimas brigadas que se habían internado en la isla para buscar suministros, y se acercó a la aldea amayar para informarse sobre el destino de la detectora a la que salvó al no delatarla.

La prudencia y el miedo prevalecieron en su decisión de no interceder más sobre el destino de esa desdichada, pero no dejaba de pensar en su cuerpo mal herido arrojado a un lado del camino hasta morir.

Deambuló por las calles tratando de encontrar a alguien a quien preguntar, pero los pocos amayares que veía se ocultaban rápidamente eludiendo su presencia. Tuvo la suerte de pasar por la puerta de una vivienda, en la que un anciano estaba sentado limpiando una pipa labrada en espuma de mar. Sin mediar palabra se acercó y abriendo su bolsa de tabaco le ofreció para que se sirviera.

El aroma intenso de las hojas trituradas atrajo la curiosidad del viejo que no dudó en coger unas cuantas hebras con las que rellenó la cazoleta. Tras encenderla y aspirar una bocanada le preguntó: -Tú no eres invasor... pero te mueves libremente entre ellos, seguro que tienes una historia larga que contar.

Asaphus se quedó sorprendió de que fuera tan evidente que no era seanchan, a pesar de llevar ropa de faena del ejército, y que también exhibiera algunos distintivos del cuerpo al que pertenecía.

-Efectivamente no lo soy... pero como lo has deducido?

El anciano sonrió deleitándose con el humo que exhalaba, y entre bocanadas respondió. -Un invasor no ofrece su tabaco a un inferior, y mucho menos una picadura tan buena como esta… además tampoco se le ocurriría mostrar en la muñeca un abalorio como el que llevas.

Asaphus tocó con su mano el cordón que llevaba trenzado en la otra muñeca. Era un regaló que le hizo una mujer amayar a la que ayudó en la isla de Cantorín.

El anciano lo señaló con la boquilla de la pipa y añadió: -La persona que te lo entregó te hizo un regalo portador de vida, y eso en nuestras tradiciones es para equilibrar la importante ayuda que debiste ofrecer. Pero como te he dicho, esa es tu historia... ahora dime cómo puedo compensar este agradable tabaco?.

Asaphus quedó desconcertado con las palabras del anciano, que junto a la mirada serena del hombre le hizo sincerarse e ir al grano. -Estoy interesado por el estado de una mujer malherida que trajeron hasta aquí... sabes algo al respecto?

El anciano cerró los ojos e hizo una mueca de desaprobación. - La Filosofía del Agua deja claro que la realidad tan solo es una parada de postas en el camino hacia otra existencia, pero lo que no es racional es que el viaje frente a las puertas de la muerte se haga en solitario… La recogimos tirada como un perro en medio del camino, y ahora está atendida por mi hija.

Abrió la cortina que cubría el vano de la puerta y le indicó que le acompañara. Ya en el interior pronunció un nombre femenino en voz alta. –Nesmeli… hija ven.

Al rato apareció una mujer joven con una niña pequeña agarrada a su falda. -Por favor lleva a este hombre a ver a la que puede navegar. No te preocupes no creo que quiera hacerla mucho más daño del que ya ha recibido.

Le condujo por un pasillo hasta una pequeña habitación iluminada por una ventana que filtraba la luz de un patio exterior al que se podía acceder por una puerta cerrada. La detectora estaba postrada en una cama, sin ropa, tan solo le cubría unos paños con ungüentos allí donde las quemaduras parecían más graves. La herida de la cabeza estaba cosida y le habían aplicado unas algas de un intenso color dorado.

-Ahora duerme pero tiene momentos de delirio. No sabe quién es, hasta el punto que no me reconoce como amayar y no rehúye que la toque. Su cuerpo hermoso quedará marcado pero el golpe en la cabeza es lo más preocupante.

Asaphus asintió y le ofreció una bolsa de monedas. Nesmeli se negó enérgicamente a aceptarla, pero finalmente la convenció con sus palabras. -Una boca más y los muchísimos cuidados que va a necesitar esta mujer, deben ser correspondidos... esto ayudará a que tú y tu familia podáis sobre llevarlo mejor. Por favor acéptalo y ahora he de irme.

Una vez en la puerta le entregó al anciano la bolsa de tabaco, que aceptó inmediatamente y le dijo: -El abalorio que te regalaron cuidará de ti, y yo no puedo darte nada mejor a cambio de este tabaco, más que mi recuerdo cada vez que lo fume.

Re: Pensamiento en el Corenne (soltando amarras)

Publicado: 15 Oct 2024, 23:03
por Asaphus
Asaphus volvía al muelle con las brigadas que portaban las últimas cargas requisadas. No dejaba de pensar en cómo vivirían los aldeanos amayares tras el expolio. Todos recibieron un pago justo en monedas de oro, pero con las líneas comerciales rotas por la presencia de la flota seanchan, probablemente pasaría mucho tiempo hasta que volvieran a recibir los productos necesarios que no había en el archipiélago.

Cuando llegó a la dársena, los últimos preparativos para soltar amarras ya habían comenzado, y un retén de tres soldados al mando de un oficial controlaban el acceso a la pasarela.

Dos años antes, ese mismo oficial le detuvo mientras esperaba a una persona en una de las tabernas de la ciudad portuaria de Shon Kifar. Obviamente subestimó el control militar de la frontera, pero su intención tampoco era pasar desapercibido. Hubiera preferido tener un poco más de tiempo, para conocer directamente lo más básico de la sociedad seanchan.

En aquel entonces, ninguna de las potencias marítimas del continente tenían relaciones comerciales con el Imperio Seanchan.

Mayene, Tear e Illian, con sus puertos en el Mar de las Tormentas, estaban muy alejados del Océano Aricio, y por lo tanto hacía inviable económicamente cualquier singladura.
La flota de cabotaje de Altara era inexistente, y tan sólo poseía barcos para la pesca de bajura en la zona costera del reino.
Tarabón antaño fue una importante nación comercial, pero llevaba tres siglos peleando con Arad Doman por el llano de Almoth, lo cual agotó sus recursos provocando la guerra civil en sus ciudades.
Las flotas de Las Islas de los Marinos, evitaban el contacto con el Imperio por el temor a enfrentamientos donde pudieran perder a sus detectoras.
Tan solo quedaba el puerto de Bandar Eban, desde el que algunos armadores bajo su responsabilidad, surcaban el océano hasta las ciudades de Rampore y Shon Kifar.

Mientras duró el viaje a este último puerto, Asaphus se esforzó en indagar que tipo de comercio realizaba el navío. A pesar de los muchos intentos, su capitán tan solo reveló que en la bodega llevaban cereal.

Es muy probable que este mismo hombre fuera el que le delató nada más llegar. Esa misma noche tras arribar al puerto, fue detenido mientras cenaba en una apestosa taberna.

Un hombre y una mujer totalmente uniformados para el combate, irrumpieron en la sala, lo que hizo enmudecer a los otros clientes, mientras se dirigían hasta su mesa.

Kadere apenas articuló palabras, fue riguroso y eficaz, ya que las órdenes de sus superiores eran taxativas: apresar, extraer al sujeto, sin alborotos, y a poder ser de una sola pieza.

Asaphus no opuso resistencia, facilitando que todo se desarrollara de manera rápida para extrañeza de sus aprehensores. En ese momento ninguno de los tres habría pensado, ni remotamente, que se fraguaría entre ellos una estrecha camaradería.

Mientras terminaba de subir por la pasarela, sonrió ante la intimidante escena que protagonizaban sus amigos. — ¿Os acordáis de la noche que me detuvisteis en Shon Kifar?... pues tenéis el mismo aspecto de portadores de muerte.

Kaunilia se carcajeó tras el yelmo con forma de calavera. — Y tú el mismo rostro lívido y de pasmado... ¿es que todavía no te has acostumbrado al uniforme?

— A lo que no me he acostumbrado es al olor del aceite con el que limpiáis el equipo. — Asaphus sabía que se extraía de un apestoso animal carnívoro de las Montañas Ijaz, y que su nauseabunda grasa se usaba para flexibilizar el cuero de las corazas sin disminuir la resistencia al corte o la perforación. Realmente el uniforme de combate era intimidante, si bien no era ostentoso como el de los Guardias de la Muerte.
Lo más impactante del yelmo militar era su forma, que cubría toda la cabeza copiando la forma del cráneo del sujeto por todos los lados, salvo por delante donde la forma de calavera, se remataba con largas rendijas verticales que recordaban fauces muy marcadas.
La zona de la nuca y el cuello, quedaba protegida con una prolongación escalonada del peto, que permitía el giro de la cabeza sin dejar expuesta zonas delicadas.

Kadere hizo una seña a varios tripulantes para que recogiesen la pasarela y urgió a que pasaran a la cubierta — moved el culo que nos vamos... y dime que has traído algo digno de beber.

Asaphus señaló el abultado saco de arpillera que llevaba. — He encontrado unas cuantas botellas de un licor transparente que hace perder el conocimiento tan solo con mirar a su través.

La primera en subir a cubierta fue Kaunilia y quitándose el yelmo se volvió hacia los dos hombres —Me basta con que no nos envenenemos como aquella vez que robamos ese aguardiente de los mamones de las marismas de Sen T´Jore.

Kadere se quitó el yelmo y escupió fuera de la borda — tiene razón… primero dáselo a probar a Odda y a Fror, esos imbéciles estarán muertos de todas formas si no encuentran la llave del Alcázar de Popa

— ¿Pero que han hecho esos dos pobres?

Kaunilia contesto riéndose — los capitanes Nacetán y Ferkanio quieren cenar pescado fresco, y han pensado que en cuanto naveguemos por aguas profundas, desde el balcón de popa se podrá pescar buenas piezas. ¿Pero adivina a quienes les han dado la llave de la puerta?

Re: Pensamiento en el Corenne (informes tras zarpar)

Publicado: 22 Oct 2024, 22:08
por Asaphus
Con el cambio de marea la flota se preparó para zarpar. La cubierta se transformó con un frenético movimiento de tripulantes, que manejaban bicheros con los que alejaban la nave del muelle. Todos los civiles y la mayoría de los militares había despejado el área para facilitar el trabajo.

Kaunilia bajó a los camarotes para cambiarse el uniforme, mientras Kadere y Asaphus se dirigieron a informar a su superior el general Ferkanio.

El alcázar de popa era el centro de mando o sala de derrota de la nave. Desde allí se decidían los rumbos a seguir, y se transmitían al resto de los barcos que formaban la flota que partía rumbo a Ebou Dar.

El camarote era amplio con portillas que facilitaban una perfecta visión de todo el exterior, y estaba ocupado por un nutrido grupo de personas. Todos eran marinos con Nacetán como capitán de navegación. Ferkanio, aunque era el general de una división de dos mil soldados repartidos entre las distintas naves dela flota, dentro del barco se le daba el grado de capitán de guerra. Dos hombres permanecían apartados del resto aparentando indiferencia sobre lo que se hablaba, eran un Buscador de la Verdad y su ayudante.

Kadere seguido de Asaphus se cuadró ante Ferkanio y exclamó — señor las brigadas enviadas a la isla ya han subido con provisiones y el embarque ha terminado. Todo sin problemas ¿Ordena alguna cosa más?

Ferkanio se giró hacia el capitán de la nave — Nacetán todo queda en vuestras manos… yo he de resolver unos asuntos. — Salió del recinto indicando a sus dos hombres que le siguieran.

Caminaron hasta la proa del barco, y una vez se quedaron solos comentó — no quería que informareis ante tantos extraños… Kadere ¿alguna incidencia en el embarque?

— Señor… hemos tenido un nuevo pasajero: una ciudadana.

— ¿Una ciudadana? ¿Qué ciudadana? Explícate

— Una mujer con los juramentos en regla subió por la pasarela y según el reglamento la permití el acceso enviándola al sollado para que el contramaestre la ubicara…

— ¿Pero es seanchan?

— Señor… esa mujer no tiene los rasgos de nuestra tierra, es continental pero lleva tatuado en el dorso de la mano un halcón dorado con los tres rayos en sus garras.

Asaphus intervino — Probablemente es originaria de Falme o de Punta Toman… allí fue donde la Augusta Señora Suroth Sabelle Meldarathlos condujo a los Precursores en el desembarco definitivo. La población aceptó hacer los juramentos con la esperanza de tener un futuro mejor.

Ferkanio frunce el ceño y comenta en voz baja — Esto no me gusta… una mujer que hizo los juramentos hace tiempo, que aparece en Dantora cuando nosotros llegamos, y no solo eso sino que además solicita embarcar en nuestro barco.

Kadere responde inquieto — ¿Queréis que la traiga? ¿la interrogo? Inmediatamente la llevo a una celda de la bodega.

— Espera Kadere espera… mejor que sea Asaphus quien la investigue con sutileza, al fin y al cabo los dos sois continentales… pero primero dime Asaphus ¿qué has averiguado en la isla?

— Señor… el pueblo amayar es idéntico al de Cantorin, son seguidores de la Filosofía del Agua, como ya os comenté, son artesanos, agricultores y pastores. En mi opinión no supondrán ningún problema y facilitarán el abastecimiento en la escala de otros barcos. Lo que ha despertado mi curiosidad ha sido la existencia de unas ruinas subterráneas que hay bajo el poblado. La entrada la encontré por casualidad y las exploré hasta un hundimiento que impedían proseguir. Por los materiales desconocidos con los que están construidas deben de ser antiquísimas.

El general se volvió hacia la mole montañosa que dominaba la isla de Dantora — si hubiéramos tenido más tiempo debería haber enviado un par de raken con exploradores, pero la urgencia por llegar a Ebou Dar con la mujer de la Alta Sangre prevalece sobre todo lo demás. Además no quiero informar al Buscador de la Verdad. No entiendo qué relación tiene con esa mujer a la que parece cuidar o custodiar. Pero ese no es nuestro problema por ahora… podéis retiraros.

Re: Pensamiento en el Corenne (conversación en el sollado)

Publicado: 08 Nov 2024, 23:47
por Asaphus
Los dos hombres dejaron a su general, y bajaron de la cubierta por las escalerillas que comunicaban con el sollado. Allí, Asaphus regaló una de las botellas al contramaestre de la nave, que era marino y no pertenecía a la división de Ferkanio. Había congeniado con él desde el inicio de la travesía, y además, como responsable de la intendencia, siempre era bueno tenerlo contento. Agradecido, no tuvo ningún inconveniente en indicarle exactamente a donde había destinada la mujer que buscaba.

Convino con su amigo que era mejor ir sólo, ya que Kadere vestía el uniforme intimidante que hacía recelar a todo seanchan.
Mientras éste se dirigió a la zona de oficiales, Asaphus fue al lado de babor del sollado, donde habían sido instalados los agricultores y los ganaderos.
Le sorprendió que la mujer hubiera querido ir con la escala más humilde y baja de la sociedad seanchan, cuando en principio, el contramaestre la había destinado a la zona de los funcionarios.

Ante la ausencia de camarotes, las familias habían levantado paredes con lonas rígidas, buscando cierta intimidad. Por lo que se vio obligado a ir deteniéndose en cada uno de los recintos, interrumpiendo las conversaciones familiares y dejando tras de sí un tenso silencio.
Asaphus vestía la ropa de faena, pero el pequeño emblema metálico con forma de un puño con una daga, le señalaba como militar de alto rango. Además, en los turnos de subida a cubierta, muchas de estas personas le habían visto hablando con oficiales.

Tuvo que seguir hasta el final del corredor, donde tras las lonas se oían gritos desesperados. Al descorrerla, vio como una mujer asistía al parto de una seanchan que tenía un alumbramiento complicado. Otras mujeres miraban temerosas sin saber qué hacer ante una escena que no sabían cómo abordar.
Ella, con las manos y brazos ensangrentados, se esforzaba en girar a la criatura que pugnaba por nacer. Los gritos de la madre crecieron, hasta que Asaphus vio como de sus manos, y de forma apenas perceptible, se formaron unos hilos luminosos.
Aquella mujer encauzaba. Tan sólo fue un instante, que nadie más pudo ver, ya que el cuerpo de la madre y la posición de ella lo ocultaron.
Por fin el niño lloró y la madre se relajó, mientras familiares alborozados y aliviados se dispusieron a atenderlos.
Trató de limpiarse lo mejor que pudo y se encaminó a la salida donde Asaphus la abordó.

— Enhorabuena eres una extraordinaria zahaorí
— Simplemente me he criado en una granja, donde he asistido los partos del ganado de la granja de mis padres. Pero ahora déjame por favor… necesito beber agua, estoy un poco débil y me estoy mareando.
— Lo siento perdona… ven, te acompaño a los comedores, allí te ofrecerán algo reconfortante.

La agarró suavemente del brazo guiándola hasta unas mesas colocadas en la proa del sollado, próximas a las cocinas, donde la ayudó a sentarse. Hizo señas a una seanchan vestida con traje de faena, que se afanaba dando órdenes a los cocineros.

— Por favor Malitsa esta mujer necesita un poco de agua ya que se ha mareado.
— Señor, traeré también un caldo caliente que le sentará mucho mejor.

Con un tazón humeante entre las manos, la mujer dio varios sorbos y el color volvió a su rostro, que en nada evidenciaba haber trabajado en el campo. Sus ojos azules dejaron de mirar la superficie del líquido, clavándose en los de Asaphus para escrutarle con un deje de autoridad.

— ¿A caso no tenéis cirujanos en el barco?
— Sí que los tenemos, pero sólo saben coser heridas y entablillar facturas… son guerreros y no saben de partos
— Por la Luz… esa mujer y su hijo podían haber muerto
— Lo sé… pero gracias a que tejiste la Curación pudiste salvarlos

Ella dio un último sorbo poniendo el tazón sobre la mesa, y dejó escapar un largo suspiró
— Mi maestra, Anedena Todande sedai, me enseñó que cuando un ser humano sufre sólo vale hacer todo lo posible para mitigar la causa. Vuestra hermana era una gran mujer, pero eso ya lo sabes… Asaphus… durante muchos años Mahel de la Torre Negra.

Desplazó la mirada hasta el tazón deslizando uno de los dedos sobre el borde, dándose un poco de tiempo para plantear adecuadamente lo que iba a decir.

— Por lo que conozco de ti, dudo que se te haya pasado por la cabeza denunciarme, pero si lo haces… yo me veré obligada a decir lo que eres.

Trató de encontrar en su memoria el rostro de esa mujer sin resultado alguno. Pensó en su hermana y en el círculo de sedais que frecuentaba, pero no la recordaba

— Parece que me conoces bien pero yo ni siquiera sé tu nombre.
— Me llamo Dala y antes de que me lo preguntes, nací en Punta Toman. Al producirse el Desembarco Seanchan, La Torre Blanca decidió enviarme para conocer lo que allí estaba sucediendo. Cuando vi las damane y los a´dam que llevaban al cuello, supe que las mujeres encauzadoras serían su objetivo. Con horcaria suficiente en mi cuerpo para anular por completo mi contacto con el Saidar, me introduje en la sociedad seanchan, hice los juramentos y hasta me tatué éste halcón dorado para moverme con libertad. Una vez que Tarabón fue ocupada, viajé hasta Tanchico, donde seguí mi misión.

Asaphus luchaba por no expresar sus contradicciones, no quería caer en una trampa dialéctica

— ¿Pero cuál es la razón para que embarcaras en Dantora?
— Podría decirte que el Entramado ha querido que nuestros hilos se unieran en esta nave, pero no es así, la razón es más sencilla. Uno de los barcos Atha´an Miere que destruisteis me iba a vender un sextante y unas antiquísimas cartas de navegación. Pero vi como tus tropas asesinaban al Maestre de Cargamento que me lo iba a entregar, y se llevaban los objetos hasta este barco.

Asaphus se esforzó por no evidenciar su sorpresa, de hecho, sabía de esos objetos, ya que los había visto en el Alcázar, y que los estaban estudiando sobre el archivo de cartas náuticas cuando Kadere y él reportaron a Ferkanio. Por lo que trató de sonsacarla más información

— ¿No me digas que ahora Tar Valon está interesada en cartas náuticas?
— La Torre Blanca no tiene nada que ver, bastante tiene con resolver sus problemas actuales. Fue tu hermana la que me contó tu viaje a La Costa de las Sombras

Desde el momento en que Ferkanio les comunicó que embarcarían rumbo a Ebou Dar, Asaphus fue consciente de que cuando pusiera un pie en Altara, las posibilidades de que fuera reconocido crecerían a medida que se desplazara hacia el norte. La ciudad donde nació no supondría ningún riesgo ya que apenas pisó sus calles en los años que fue Mahel. Valoró diferentes escenarios y desarrolló argumentos disuasorios, pero para lo que no estaba preparado era para esta situación que había generado la presencia de esta mujer.

Miró ensimismado las vetas del tablero de la mesa, y mientras deslizaba el dedo por la rugosidad de la madera, intentó recomponer los recuerdos del viaje que hizo con su hijo Zinkadhu. Mientras tanto, Dala daba cortos sorbos del tazón humeante esperando expectante la reacción del hombre.

— Fui criado por los Tuatha´an, y mi imaginario se formó con las historias narradas al amor de las fogatas. Recuerdo que un anciano contó una noche, una que atrajo especialmente la atención de todos ya que nadie la conocía. La Costa de las Sombras y la existencia de las ruinas de una ciudad de la Era de la Leyenda se me quedo grabada. Siendo ya Mahel, y habiéndome reencontrado con mi hermana Anededa, la hice partícipe de esta historia que la sorprendió, ya que en la Torre Blanca, una anciana sedai, Marita Nagüell, llevaba toda su vida estudiándola.

Asaphus levantó la vista y miró directamente a los ojos de Dala. — El viaje que realicé a ese lugar tenía como objetivo descubrir unas ruinas, pero al final se transformó en una reconciliación con mi hijo. — Con una sonrisa negó con la cabeza y continuó — Pero creo que eso no te interesa y seguro prefieres que te cuente lo que encontré en aquellas montañas.

Dala le interrumpió — Marita sedai me puso al corriente de la conversación que tuviste con ella, y me entregó la traducción del diario forrado de piel que encontraste, pero asegura que tu no exploraste las ruinas de la ciudad.

— Llegué hasta las puertas pero no pude ir más allá. En realidad era un muro infranqueable escondido en lo más profundo del bosque de niebla. Tenía un grabado que logré activar y accedí a una cámara donde fui incapaz de resolver los jeroglíficos que al parecer desbloqueaban la entrada. Me imagino que Marita pudo descifrarlo y ahora tienes la manera de conseguirlo.

Dala depositó el tazón sobre la mesa y negando con la cabeza dijo — siento decirte que en ese diario no está la clave que dices. La hermana que lo escribió viajó hasta ese embarcadero de piratas, donde adquirió el astrolabio y las antiquísimas cartas náuticas. Con ellas pudo navegar por una ruta determinada hasta la isla de Qaim, allí debió encontrar la llave que resuelve los jeroglíficos que citas. Volvió a Ebou Dar pagando su derecho a pasaje con el astrolabio y las cartas, para finalmente internarse en los bosques de niebla y entrar en las ruinas. Nunca más se supo de ella.

— Me parece que los dos tenemos un problema: tu obstinación te ha hecho llegar hasta aquí, por lo que me temo que no pararás hasta conseguir esas cartas; y yo debo informar a mi general sobre ti.

— No te puedes imaginar el trabajo que he invertido en encontrarlas, por no hablar del oro que pagué a los Atha'an Miere. Dame tiempo para conseguir lo que es mío y abandonaré el barco, entonces podrás delatarme.

— La horcaria que tomas te está trastornando, puede que seas una consumada ladrona y consigas sustraerlas, pero te recuerdo que estamos en alta mar, nos acompaña una flota de catorce navíos ¿Cómo vas a evitarlos y como llegarás hasta el continente?

Dala sonrió y pasó el dedo sobre el tablero dibujando la silueta del barco en el que estaban — La nave tiene chalupas aquí y aquí, que me imagino son para trabajos de mantenimiento y hay otra colgada en un cabestrante tras la balconada de alcázar. Cojo mis cartas y mi astrolabio, abro la balconada, descuelgo la chalupa, y dado que será de noche pondré rumbo a la Costa de las Sombras, mañana estaremos a poca distancia del Dedo del Ventisquero. Allí negociaré con esos piratas encauzadores la adquisición de una embarcación ligera y emprenderé viaje hasta Qaim.

Se llevó de nuevo la taza, pero no bebió, sino que aprovechó el gesto para pensar antes de volver a hablar. Aproveché para asimilar sus palabras. Irradiaba fuerza y resignación en cantidades similares. Era bella, con un atractivo difícil de definir, probablemente resultado de algún tejido que estaba potenciando su carisma. Me sentía atraído por su determinación, y parecía que portaba el mundo sobre sus hombros, pero pensar eso de una sedai era innecesario ya que las formaban para ello.

— Ni siquiera a mi hermana, y mucho menos a Marita, les conté que allí vivieran piratas encauzadores, y mucho menos que tuvieran un pequeño astillero donde construyeran embarcaciones con las que cruzar océanos. — Puse atención en su rostro esperando, sin resultado alguno, que se produjera algún cambio en su expresión — es como si conocieras aquello, como si hubieras estado allí… Dala dime qué edad tienes

— ¿Convivir con estos salvajes te permite tener esa falta de tacto?. Según comentaba Anedena sedai, dominabas el Juego de las Casas y por lo que yo sé, en Cairhien ningún noble osaría preguntar a una dama por su edad.

— Lo sé, pero yo no soy de Cairhien y tampoco soy noble

— Es muy probable que cuando tuve en mis manos la Vara Juratoria, tú y tu hermana todavía no habíais sido concebidos. Pero no pienses en fantasías, yo no soy la sedai que escribió el diario que encontraste, ella debió ser coetánea de Marita.