Me encontraba en una de las tabernas que se encuentran en la calle noroeste de tar valon mi ciudad natal, cuando en una pelea estallé de más, lo que tanto avía temido arrojé por los aires a un individuo, pero sin tocarlo, cuando el momento de confusión paso, Salí corriendo del lugar.
Salgo de la taberna, me encuentro en la calle noroeste, miro a mi alrededor vigilante, veo que no haya guardias que hayan sido alertados o hasta una hermana.
Voy corriendo del otro lado de la ciudad. Llego a mi casa, me pregunta mi madre.
¿zayco que ha pasado?
Madre e usado la mitad del poder único tengo que irme, siempre te advertimos que fueras cuidadoso.
Ahora vete antes de que una hermana del aja rojo se aparezca por aquí.
Tomo una bolsa de dinero que tenía por emergencias ropa necesaria y salgo a lomo de mi caballo.
Mientras cruzaba por la calle suroeste me iba acordando de lo que un día mi madre me dijo, que mis conocidos asha’man me esperaban en la torre negra en caemlin un pueblo que se encuentra al sur de caemlin.
Ya éramos reconocidos y no temidos pero el aja rojo todavía tenía algunos reparos en contra de nosotros.
Pase cabalgando, caminando de camino a mi futuro, tanto tiempo pase solo que fui reflexionando, de que tanto lo quise evitar mi destino que ahora iba a el lugar donde me esperaban.
Entrando por la puerta norte de caemlin.
Me alquile unos días en la bendición de la Reyna en lo que lograba conseguir comunicación con los asha’man de la torre negra.
Pasados tres días entro un mensajero por la puerta de la posada, y le preguntó a la mesera algo que posteriormente me señalaron a mí.
Se me acerca y me dice, disculpe señor me mandan para informarle que le están esperando en el pueblo si usted gusta, puede seguirme para que yo le lleve hasta el lugar.
Salimos de la ciudad caminamos por el camino de la Reyna que parte de la puerta oeste, luego nos desviamos un poco al sur hasta llegar al pueblo que de pueblo para mí no tiene nada, es algo ya muy amplio para ser un pueblo.
Por todos lados hay hombres vestidos de negro con armas en las caderas.
Al pasar las puertas de la muralla, me llevo asta enfrente de la torre negra, y me guío hasta las puertas de un despacho.
El mensajero llama a la puerta del despacho y me dice entre porfabor, no lo haga esperar al mismísimo m’hael.
Al traspasar la puerta no pudo a ver sido más grande mi sorpresa el hombre al que le llamaban mael, era en el que antaño fue un amigo de mi padre antes de que el muriera por la fiebre.