(Relato) En respuesta a Consejo Ogier

foro donde se publicarán relatos y roles sobre los personajes del MUD.
Miguelandi
Mensajes: 9
Registrado: 20 Ene 2021, 15:53

(Relato) En respuesta a Consejo Ogier

Mensaje por Miguelandi »

En respuesta a la pedida de recompensa por la cabeza de Krhadgul, emitida por Derel consejero mayor de los ogiers.

Perspectiva Fado entrenador:

Cumplíamos con nuestro deber, y así mismo los engendros. Donde los enviábamos, ahí estaban. Ahí causaban el caos, ahí derramaban sangre humana.
Su actual señor, los regía con puño de hierro, pero nada se podía negar, que últimamente las últimas camadas de trolloc estaban resultando ser mucho más satisfactorias que las antiguas.
Por lo menos obedecían órdenes. Todavía había aquellos que no servían más que para carne de cañón, pero aún así, 2, como mucho 3 de una camada de 20 engendros salían aptos para las diferentes tropas creadas por shaidar.
Teníamos tropas de trollocs por doquier, cada montaña al sur de las cuevas, se encontraba comenzando a ser tomada por los nuestros. Poco a poco esparcíamos trollocs por el mundo.
Un día uno de aquellos que se hacían llamar seguidores de nuestro señor.
Uno de los humanos traicioneros nos dio una información que podía ser crucial para los planes de nuestro maestro.
Aquellos gigantes que jamás se habían unido a una pelea, aquellos que solo se dedicaban a construir y cuidar árboles. Se habían movido, apenas un pequeño movimiento, pero de cumplirse podría ser peligroso.
Se habían emitido cientos de pergaminos y ordenes. Dichas ordenes promulgaban, que quien diera caza y abatiera al señor de la horda sería recompensado con unas cuantas monedas de plata.
Esto no podía quedar así. De dominio público era que este Khradgul se unía a las incursiones, y que no escondía ni su porte, ni su estatus entre los engendros.
El aura de corrupción que le rodeaba así lo dejaba saber.
Le informamos, y ordenamos que comenzara a dejar de inmiscuirse en las incursiones. Su respuesta fue...
—Un fado dice 'Nos a llegado la información de que los cuidadores de árboles quieren tu cabeza. —
Khradgul se gira mirándote atento.
Clavó su mirada en mi, demostrando cierta displicencia.
Solo hasta que levanté mi látigo y lo hice restallar en el aire. Esto llevó a que bajara la mirada al suelo y con una sonrisa cruel plasmada en sus fauces de oso me dijo.
Krhadgul esboza una leve sonrisa en sus fauces.
—Krhadgul dice 'No les temo...—
Un fado tensa los músculos y eleva el látigo.
—Un fado dice 'No quiero que te lo tomes a la ligera, no solo los ogiers están tras tu cabeza. Todo ejército humano está notificado. —
—Un fado dice 'Si quieres ir en incursiones, solo serán en aldeas pequeñas, no quiero saber que te has dejado ver por ciudades grandes. —
—Krhadgul dice 'Señor, puedo cuidarhrhrhrr bastante bien solo, el entrhrhrhrrenamiento al que usted me sometió así lo demuestrhrhrhrrhrra. Perhrhrhrhrro aún así doblarhrhrhre los hermanos que me acompañan. —
—Krhadgul dice 'Unos simples come bayas. No me derrhrhrrotarrhrhhrran...—
Krhadgul enseña sus colmillos.
—Un fado dice 'Espero no desobedezcas. Que seas líder de los engendros no quita que estés exento de recibir tu castigo. —
Lo vi. bajar su mirada nuevamente, y temblar.
—Un fado dice '¿Lo recuerdas verdad? ¿Recuerdas los castigos?—
—Un fado dice 'Pues no me obligues aplicártelos nuevamente. —
—Krhadgul dice 'No maestrhrhrhrro, no desobedeceré. Perhrhrhro...—
Un fado hace silbar su látigo.
—Un fado dice '¿pero qué? ¿Tienes algo que objetar?—
—Krhadgul dice 'No mi señor, solo digo que me deje darrrles caza a esos insignificantes come bayas... Quiero dárhrhrrselos de comerhrhrr a los cachorrhrhrhrrros... Que prrrhrhrhrueben lo que es el saborhrhrrrr de la sangrhrhrrrrhre ogierhrhrhrr...—
Un fado medita unos instantes.
—Un fado dice 'Muy bien, pero no quiero que te arriesgues. Solo si la caza es relativamente fácil haslo. Sino te retiras. Y si, puedes volver con más de esos gusanos. —
Krhadgul sonríe cruel mente mostrando los dientes.
—Krhadgul dice 'Así se arrrá mi señorrrr, cazarrré cuanto ogierrr se crhrrruze en mi camino. Y al que no, lo buscarrrré. —
—Krhadgul dice 'El prrrrecio de mi cabeza no les saldrrrrá grrrratis. —
—Un fado dice 'Ya tienes tus ordenes, quítate de mi vista, y causa el máximo caos posible. —
Krhadgul se gira y lanza una carcajada diabólica al aire.
Así lo vi. Partir, con su enorme mano acariciando como si fuera un mimo su maza. Y por lo bajo murmuraba.
Krhadgul murmura 'malditos ogiers... los mataremos a todos... y como dice mi compañero... le arrancaré los ojos y los pondré en un collarhrhrhr.

Perspectiva Krhadgul.

Días corrí por las montañas para reunirme en los bosques del sur con una de las tropas que se encontraba cerca de la ciudad grande y resplandeciente. Aquella en la que los humanos que nos combatían vestían de rojo.
Sus armas estaban adornadas con pequeñas telas colgantes de colores rojos y blancos.
Nos aprestábamos a causar el caos en un pequeño pueblo cercano. Íbamos a golpear casi a las puertas de la ciudad. Era una pequeña aldea de camino a un pueblito más grande.
Aunque había pocos humanos en ella, el miedo de que trollocs estuvieran tan cercanos a la ciudad y no nos detectaran sería su peor temor.
No nos detectarían hasta que fuera demasiado tarde. Pero siempre por algo las cosas no salen como un planea. De todas formas mis andanzas con aquel humano y su maestro Daigo me habían dejado enseñanzas.
Siempre tener un plan de respaldo. Siempre tener algo más preparado.
Uno de nuestros jóvenes engendros, Gkhrudw se había acercado a la ciudad. Aprovechando un descuido de los guardias, se introdujo en la ciudad. Aunque era de noche los guardias podían detectarle. Aquel incauto recibiría su castigo por apartarse y por poner en peligro nuestra incursión.
Ordené a las tropas permanecieran en el lugar, y no se movilizaran por que sino, los fados se enterarían. Sobretodo aquel que nos vigilaba de cerca.
Siempre teníamos uno de ellos por nuestros alrededores. Comprobaban que las nuevas tropas no fueran inútiles. Que el entrenamiento brindado sirviera, para mantener el orden bajo un solo mando. En este caso el mío.
Emprendí una veloz carrera por los bosques circundantes y me apresté a luchar.
Dos lograríamos salir. Aunque toda la tropa abría sido eficaz, no teníamos los números suficientes. Además los fados solo nos habían ordenado destruir ciudades, aldeas, granjas. Todo lugar que no fuera ciudad en el cual pudiéramos dejar nuestra marca grabada a fuego y sangre.
Esperé los guardias cambiasen el turno. Así aproveché el momento cuando descuidaban las puertas. Quitándome las botas me lancé a la carrera con la punta de mis pies. Logré acceder a la ciudad, primer cometido logrado. Ahora debería buscar al maldito engendro y procurar sacarlo vivo, y no caer yo en el intento.
Logré seguir el rastro de su olor por los callejones, por lo menos no era tan inútil, lograba ocultarse de la guardia lo más que podía. Aunque en ciertos callejones encontré rastros de su paso, como algún humano muerto, si no se había hecho sonar las campanas, era que nadie lo había descubierto por ahora.
Pocos minutos después, escuché un tumulto en el callejón contiguo Y un gorgoteo. Me dirigí con presteza al lugar y así lo encontré. El maldito engendro estaba deleitándose en la sangre, en el cuerpo recién aniquilado.
Tomándolo por el cuello y presionando con mis manos le gruñí guturalmente.
Krhadgul gruñe ¡Gusano! ¡Estás poniendo en riesgo todo lo planeado! ¡Todas las ordenes por no esperar a la cena de esta noche!
Sentí en el aire su temor, el miedo y dejándolo caer al suelo le propiné una patada en el costado.
Krhadgul gruñe Ahora levanta ¡Y sígueme sin emitir un solo sonido! Por que de lo contrario...
La tortura que voy a propinarte no te dejará intentos de volver a desobedecer.
Emitiendo un lastimero gemido, Gkhrudw se puso de pie y comenzó a seguirme.
Nos encontrábamos ya cerca de lograr salir. Sabía que la salida sería más complicada, pero aunque tuviéramos que salir a mazazo por las puertas, así mismo es que saldríamos.
Derepente una voz cercana y un aroma característico llegó a mi.
Era el aroma de los come bayas... era uno de ellos emitiendo un suave cántico.
Recordaba todavía las palabras de aquel fado.
No hacerlo en una ciudad grande, y no en tal desventaja.
Pero esto no podía quedar así. Jamás uno de los cuida árboles pondría precio a mi cabeza y saldría impune. Los perseguiría sin piedad.
Aprestando mi maza y ordenando al engendro se ocultase, cargué contra la espalda de aquel gigantón.
No sabía si era una mujer o un barón de aquellos. Solo sabía que su carne alimentaría al cachorro y a los demás.
El primer golpe fue certero. Con el logré a apartarlo del camino y empujarlo más al callejón.
Entre empujones y patadas logró girarse y blandir una vara enorme de madera que poseía. Entonces le vi.
Era una mujer ogier, de todos modos eso no me detendría. Aunque si sabía que podía ser alguien importante entre sus semejantes.
Vestía una túnica que la distinguía como tal. Sabía distinguir, puesto que Daigo y aquel humano me habían inculcado muchas cosas, entre ellas, saber a quien mataba y de reconocer algún implemento o distintivo que portase mi víctima.
El combate se prolongó durante varios minutos, Gkhrudw mientras tanto cubría mi espalda, avistando si se aparecía algún guardia.
Cansado de que aquella come bayas de orejas grandes no se rindiera bajo mi maza, embestí con más fuerza y frenesí. Logré acorralarle en el fondo del callejón. Aunque emitió sus clásicos gritos, no pudieron hacer mella en mis ganas de matarla, y con ella así enviar un mensaje al consejo ogier, quienes habían puesto precio a mi cabeza.
Cuando estaba apunto de acabar con su vida... todo comenzó a ir mal. El trapalear de cascos de caballo y el tronar de botas a la carrera, me alertaban de que nos quedaba poco tiempo para huir.
Quería acabar con ella, pero se estaba cumpliendo lo que el fado entrenador me había dicho. Como retrasase nuestra partida, quien terminaría abatido sería yo. Por lo que teniéndola ya a mis pies. Asesté una feroz patada en su cráneo, dejándola inconsciente. Girándome y tomando a Gkhrudw por su cabeza, le insté a correr a la salida.
Solo dos guardias las custodiaban, pero el ruido cada vez estaba más cerca. Con sus miradas llenas de terror por vernos a la carrera, intentaron huir, pero mientras corríamos, aquel cachorro y yo pudimos coger al vuelo a uno de ellos mientras que el otro se perdía entre los callejones al grito de...
Un guardia de Caemlyn corre a la vez que grita ¡Trollocs! ¡Trollocs en la ciudad! ¡A mí la guardia!
Pudimos internarnos en el bosque, pero aquel humano no hacía más que gritar y patalear. Si bien sus insignificantes golpes no causaban mella en mi, sus gritos si que podían llegar alertar a nuestros perseguidores de tenerlos.
Propinándole un fuerte golpe con el Revés de mi mano lo dejé inconsciente. Así por lo menos llevaría comida a la tropa, y daría la orden de lanzarnos a la carrera sobre la aldea. Puesto que nuestra presencia había sido descubierta. Deberíamos aprovechar el momento.
Solo me quedaba la inquina de no Haver podido acabar con esa ogier. Pero su cuerpo maltrecho sería un buen mensaje. Todo ogier que estuviera a mi alcance, sería despedazado.


Responder