(relato) Historia Krhadgul

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Miguelandi
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Registrado: 20 Ene 2021, 15:53

(relato) Historia Krhadgul

Mensaje por Miguelandi »

Muchos trollocs pasan por mis manos pero pocos sobreviven al entrenamiento.

Aquí les enseño la disciplina pertinente.

Cierto es que cada pelotón o tropa de trollocs está comandada por uno de mis hermanos, pero estos son diferentes. Estos son trollocs de elite.

Una nueva generación. Sobresalen como mucho si apenas un poco más inteligentes que el promedio normal, pero aun así notoria. Si bien en ocasiones toca aplicarles el miedo que nos tienen.

Por lo general al ser un poco más inteligentes que el resto obedecen órdenes y con el entrenamiento que les doy los logro llevar a un estado de tropa mortal. Tropa de elite que no solo nos obedece por el miedo, sino porque así están entrenados; aunque pertenecen a los clanes, los quito de ellos, los reúno en una cueva diferente y ahí los adiestro. Los busco, los encuentro, observo la manera de hacerlos crecer desde que son unos cachorros.

.Siempre veo su manera de comportarse y así logro ver si tienen el potencial.
Como se alimentan, como ganan su comida, y como se van ganando su lugar en el clan. Como matan, si lo hacen brutal, o con inteligencia. Emboscando o de alguna manera que me haga saber que pueden ser entrenados para esta tropa.

En una de mis búsquedas encontré un cachorro.

Krhadgul, era uno de la última camada nacida en el clan cnomon.

Su parte humana no había dominado lo suficiente para nacer como uno de mis hermanos, sin embargo con su cabeza de oso denotaba una inteligencia superior al resto de cachorros.

Empecé a vigilarlo más de cerca, a ver su comportamiento ya pesar de que en ocasiones el instinto animal le llevaba a matar con brutalidad, la mayoría de las veces lo hacía con extrema frialdad.

La última vez que lo vi. matar, fue para quitarle una enorme pata de ciervo a un cachorro del clan efrait, lo vi esperar, mirar de lejos y calcular en su pequeña mente como podría hacerlo, persiguió de lejos al cachorro que poseía su premio, aquel que el anhelaba con hambre.

En cuanto el cachorro se apartó lo suficiente de su clan, entró en acción. Lo observé tomar carrera y con largas y sigilosas zancadas en la punta de sus pies y tomando impulso sobre una roca, dar un poderoso salto para caer sobre aquel cachorro.

Con sus manos lo tomó por el cuello y mientras el otro no soltaba su pata de ciervo, Krhadgul lo arrastró hasta una parte del valle que quedaba escondida por unos desprendimientos de rocas que habían ocasionado otros idiotas engendros mayores.

Aprovechando su cobertura vi cómo mientras con una mano sostenía a su rival por el cuello, tomaba una gran roca y golpeaba repetidamente la cabeza de carnero para dejarlo sin sentido.

Una vez realizado esto le arrebató la pata de ciervo. Pero no conforme con eso dejo su premio a un costado, y comenzó a darle de palmadas en la cara para despertar al otro trollocs.

Una vez estuvo despierto puso sus rodillas sobre el torso del carnero y con lo que atisbaba ser una perversa sonrisa, comenzó a devorar la pata de ciervo, mientras que con su otra mano volvía a presionar el cuello del contrario.

Así mientras el devoraba la comida del carnero, este lo veía mientras la luz se extinguía de sus ojos. Dejé que terminaba con su juego.

Una vez que emprendió el regreso a su clan...
Fue que lo abordé.

Tomándolo del cuello y empotrándolo contra la pared de roca le dije con voz sibilante...

Tú vendrás conmigo. Serás llevado a otra cueva. Y serás adiestrado por mí. Tienes inteligencia más que tus hermanos.

Aun así, no creas que eres especial, eso lo veremos. Y como desobedezcas una mínima orden mía... Sabrás por que los engendros como tú, inteligente o no, no deben desobedecer las órdenes de nosotros los fados.


Arrastrándolo por el cuello lo llevé a mi parte de las cuevas. Ahí donde llevaba a todos los cachorros que les veía potencial de convertirse en lo que quería, en lo que mi señor me había encomendado.

Una fuerza trolloc que obedeciera, que aun siendo abatido el fado que los comandase. No perecieran, que no perdieran la cabeza y fueran solo un montón más de engendros.

Que los entrenara en ser la peor tropa trolloc jamás vista. La más temida, no solo por su brutalidad sino por su inteligencia y capacidad de seguir en combate, aun perdiendo a su comandante.


Tenía una mínima cantidad de cachorros, pero así trabajaba logrando aplicarles el miedo, pero a su vez el libre y fuerte sentido de llevar a cabo su misión y no sesgar en su empeño, aunque no tuvieran un fado presente.

Al comenzar aquel brutal, pero eficaz entrenamiento, de inmediato se destacó aquel cachorro.

Krhadgul... No solo obedecía las órdenes, sin negar que le tuviera que aplicar bastantes latigazos para conseguirlo. Era el más efectivo a la hora de emboscar. De pensar de que roca, de que altura, de que distancia vigilar a su presa y así llevar acabo la misión que le encomendaba.

No sabía cómo, pero a pesar de su gran tamaño lograba moverse sigilosamente. No gruñía de no ser necesario dar a conocer su posición.

Así mismo, era un gran aprendiz con las armas. Dominó las técnicas que le enseñaba para usar el hacha con más efectividad, la lanza y la maza no quedaron atrás.

Cierto que todas las armas que escogía eran a dos manos. Pero así mismo les sacaba el máximo provecho. Un poco más crecido intentó en uno de los entrenamientos revelárseme. Pero pude controlarlo.

Así se llevó su castigo, sus latigazos, su tortura.

Luego de eso jamás volvió a querer hacer lo mismo.

Pero varias veces lo encontré mirándome, como sopesando si podría matarme o no, era brutal, pero dentro de su brutalidad era el más prometedor de esa camada. El y solo 3 cachorros más quedaron vivos. El resto los maté o no soportaron el entrenamiento.


6 de esos 10 cachorros murieron al llevarlos a Sayol'gul para que mi gran señor les tocara, les diera una ínfima parte de su poder. No para que lo manejaran, sino para darles el aura de corrupción que caracterizaba a todos los trollocs que antes ya había entrenado y que poco a poco engrosaban las filas superiores.

El mejor pelotón y más mortífero que hubiera existido.

Para variar Krhadgul fue el que se destacó más hasta en eso.

Un aura de corrupción como no había visto en otros le rodeaba, aunque todavía joven intimidaba a la gran mayoría de los otros trollocs que ya habían sido entrenados y tocados por mi señor.

Para que no pensara en ejercer ese poder sobre los demás y para que supiera que quien mandaba éramos nosotros, volví a colgarlo en el potro de tortura. Volví a darle una cantidad ingente de latigazos, todos los cuales soportó. Hasta en eso me sorprendía el maldito engendro.

Manteniendo su mirada baja y sumisa sabía, yo sabía que tarde o temprano este trolloc o se volvería en mi contra o algo haría.

Pero mientras estuviera en mis dominios, aunque tuviera que darle de latigazos diarios le quitaría, si es que las tenía, esas ideas de rebelión de la cabeza de oso.



Perspectiva Krhadgul.

Ese maldito fado diario me colgaba dos horas al potro y me daba de latigazos diciéndome que quien mandaba eran ellos. Y aunque entre gruñidos le decía que él era mi amo, decía que me aplicaba esos castigos para que nunca se me cruzase por mi ínfima cabeza de engendro querer volver a levantar un arma en su contra como lo había hecho tiempo atrás de cachorro.

Un día me puse en alerta, aun habiendo visto amigos siniestros cerca de las cuevas en conversación con los fados. Nunca había visto un humano adentrarse en las cuevas que no fueran esclavo, prisionero o fuera hacer servido en rodajas.

Poco era lo que yo lograba entender o más bien diría casi nada de lo que hablaban.

Solo escuché un sonido... Daigo... Daigo...


Supuse era el humano que hablaba con el fado porque este mismo era quien emitía ese sonido.

Daigo... Daigo...

Me miraban mientras yo descansaba y me recuperaba de mi sesión diaria de castigo, o como el fado entrenador le decía, mi aplacamiento de rebelión.

De repente lo oí -¡Krhadgul! - dijo con voz de mando -Ven aquí- agrego.

Me puse de pie y en mí ya forma de caminar en puntas de pie y casi sin emitir sonido al pisar me acerqué...


Me miró y levantando su ya característico látigo me dijo...

Este es Daigo. Irás con el por qué el gran señor así lo requiere.

Deberás cumplir una misión junto a otro humano. Te estaré vigilando... obedecerás sus órdenes como si fueran las mías...

Y harás todo lo que él, o el otro humano que te mostrara digan.

Si fallas... Si no obedeces... te lanzaré a la mismísima fosa donde se encuentra nuestro señor para que él se ocupe de ti...

Pero antes... prometo despellejarte, azotarte por semanas... no apenas días como hoy...

Mientras yo demostraba mi miedo... mi temblor ante el fado. Este se regocijaba en mi temor y me decía -Lo sabes... Siento tu temor, Lo huelo. Sabe maldito engendro que si no haces todo lo que te he dicho... serás comida de los gusanos. -

- ¡Ahora ve y recoge tus armas! - agrego.


Con gran agilidad giré sobre mis pies y emprendí una frenética carrera para recoger mis 3 armas favoritas y las que más usaba.

Una enorme lanza a dos manos, una afilada hacha de dos cabezas en forma de medialuna y una gran maza con pinchos.

Volví a donde se encontraban los dos y emprendimos el camino para reunirnos con el otro humano...

Aunque al salir de las cuevas y ya estar alejados mi instinto me decía que lo destroce, que lo convierta en mi cena...

Logré reprimir mis instintos. Este humano no se podía matar. Este humano no se podía comer..


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